CIUDAD DEL VATICANO, 23 noviembre 2001 (ZENIT.org).- La dramática crisis que afronta la familia es, según Juan Pablo II, uno de los desafíos más importantes para la Iglesia en estos momentos.
Así lo confesó el pontífice al encontrarse este viernes con los obispos de la Conferencia Episcopal de El Salvador.
«La humanidad se juega mucho con la institución familiar, llegando hasta hipotecar su futuro si no se la defiende y promueve adecuadamente», dijo al final de la visita quinquenal que realizaron esta semana los prelados salvadoreños al obispo de Roma y a la Curia romana.
«No se puede ceder ante modas y teorías que, bajo una apariencia de falsa modernidad y progreso, después se vuelven contra el hombre y crean tantas víctimas, empezando por los propios hijos o los mismos cónyuges abandonados», aseguró respondiendo a las palabras de saludo del presidente de la Conferencia, monseñor Fernando Sáenz Lacalle, arzobispo de San Salvador.
Según el Papa, «una de las urgencias de nuestro tiempo es la atención a la familia, pues se constata una crisis generalizada y radical de esta institución fundamental, a causa de las graves amenazas que hoy atentan contra ella».
Hizo un breve elenco de estas amenazas: «las rupturas matrimoniales, la plaga del aborto, la mentalidad anticoncepcional, la corrupción moral, las infidelidades y violencias domésticas».
Para hacer frente a esta crisis, el pontífice planteó dos propuestas decisivas.
Ante todo redescubrir el matrimonio como Sacramento en el que, «según el plan de Dios, el hombre y la mujer realizan la vocación conyugal y colaboran con Él en la creación».
En segundo lugar, pidió a la Iglesia católica que se comprometa en una «sólida preparación de quienes se preparan a contraer matrimonio y un seguimiento de los hogares cristianos hará que se puedan ofrecer ejemplos convincentes de cómo debe ser la familia y su papel insustituible en la sociedad y en la Iglesia».
Propuso, por ello, «formar a los jóvenes llamados al matrimonio, así como a las familias ya constituidas, para que venzan las presiones de una cultura opuesta al matrimonio y a la institución familiar, de modo que vivan según el plan de Dios y las verdaderas y genuinas exigencias del hombre y de la mujer».
En El Salvador, de 6 millones 200 mil habitantes, los católicos constituyen el 86% de la población.
Juan Pablo II, en su encuentro con los prelados, recordó también las emergencias que ha tenido que afrontar el país en los últimos tiempos: el huracán Mitch y dos terremotos que, con el intervalo de un mes, padeció el país al comienzo de este año.
Tras subrayar la «fuerza moral» que en esas ocasiones demostró ese pueblo, añadió: «Si bien es cierto que las ayudas externas son necesarias, dada la magnitud del fenómeno, se ha de tener presente que los mismos salvadoreños, con las ricas cualidades que les distinguen, han de ser los protagonistas y artífices principales de la reconstrucción del país, comprometiéndose, con su esfuerzo y su tesón a superar esa situación tan difícil, agravada, entre otras causas, por la pobreza extrema de muchos, el desempleo, o la falta de vivienda digna».
«En esta tarea –concluyó–, es de destacar la acción de Caritas, que pretende dar una respuesta ante estas necesidades».