ROMA, 5 diciembre 2001 (ZENIT.org).- Es necesario un nuevo humanismo para dar un alma al progreso tecnológico, propuso el «ministro» de Comunicación de Juan Pablo II, al clausurar un congreso internacional sobre cine y cultura en Roma.

«La tecnología debe ayudar al hombre a superar dificultades y sus propios límites, pero no debe transformar a la máquina en hombre, y mucho menos al hombre en máquina», afirmó el martes el arzobispo John P. Foley, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales.

El Congreso, organizado por ese organismo vaticano y por el Consejo Pontificio para la Cultura, se celebró en la Universidad Pontificia de Santo Tomás «Angelicum» entre el 3 y el 4 de diciembre sobre el tema: «¿Hombres o máquinas? El valor de la vida y el poder de la tecnología en la cultura, en la comunicación social y en el cine en el tercer milenio».

Ante el binomio hombre y máquina, que ha abierto camino a desarrollos imprevisibles, con aspectos positivos y problemáticos, el arzobispo Foley subrayó: «el carácter central de la persona humana, entendida como sujeto libre y responsable».

El prelado estadounidense propuso, por tanto, un «nuevo humanismo», como lo presenta Juan Pablo II, «fundado en la persona y sus derechos inalienables, sobre los valores de la justicia y de la paz, sobre la solidaridad y el respeto, para dar un auténtico sentido a la vida y ponerse al servicio de la misma».

En este contexto, constató, «la simbiosis entre hombres y máquinas debe tener límites y regularse por una objetiva jerarquía de valores», pues «las conquistas humanas son precarias, si no son apoyadas por un servicio a la dignidad de la persona».

Ahora bien, este nuevo humanismo propuesto por Foley tiene una visión sumamente positiva del progreso y la tecnología, a condición de que se dé «la valentía, la consciencia, el discernimiento» y la capacidad para «escoger y asumirse las responsabilidades y no quedar a la merced de los acontecimientos».

«Es necesario saber discernir --concluyó el arzobispo-- entre humano y artificial, entre realidad y ficción, entre sensibilidad y automatismo, sin que las esferas se confundan para dar vida a un ambiente en el que el saber sea guiado por la verdad y la persona encuentre espacio y estímulos para conocer y seguir buscando».

Este desafío ya había sido planteado el día anterior por el cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, quien en la inauguración del Congreso insistió en la necesidad de «humanizar la tecnología» y de que el cine se ponga «al servicio de la humanidad» en un mundo que «en estos momentos necesita sobre todo signos de esperanza».