BUENOS AIRES, 14 diciembre 2001 (ZENIT.org).- La Comisión permanente del episcopado argentino reiteró este jueves su voluntad de servir a la recuperación de los valores morales y a un sincero diálogo entre los argentinos, en el marco de la plena vigencia de las instituciones democráticas».
«Para superar la crisis es necesario no mentirle a la gente con promesas que no se habrán de cumplir y obrar con absoluta honestidad, para que el robo y la coima desaparezcan del escenario de la vida política y económica», añaden los obispos en el documento.
En un mensaje titulado «El diálogo que la patria necesita», el organismo que preside el arzobispo de Paraná, monseñor Estanislao Karlic, dice lo siguiente:
El diálogo que la patria necesita
1 Ante la gravedad de la situación de nuestro país que nos enfrenta a una crisis, considerada por muchos como terminal, la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina se dirige a la opinión pública y, especialmente, a los dirigentes y responsables de las instituciones del país. En el ejercicio de nuestra misión pastoral, y respetando las instancias políticas, queremos reiterar nuestra voluntad de servir a la recuperación de los valores morales y a un sincero diálogo entre los argentinos, en el marco de la plena vigencia de las instituciones democráticas.
2 Esta dramática crisis es ante todo moral. Ello exige un cambio de mentalidad y grandeza de espíritu. Para recuperar la dignidad y la esperanza de nuestra gente ya no alcanzan las palabras. El diálogo imprescindible y urgente necesita de renunciamientos sinceros en la mente y el corazón de toda la dirigencia. Pensamos que no habrá un diálogo útil y creíble si cada sector no se pregunta sinceramente a qué está dispuesto a renunciar para el bien de todo el país.
3 Para superar esta crisis moral es necesario no mentirle a la gente con promesas que no se habrán de cumplir y obrar con absoluta honestidad, para que el robo y la coima desaparezcan del escenario de la vida política y económica. La clase dirigente debe dar ejemplo de compartir los sacrificios del pueblo renunciando a los privilegios que lo ofenden y empobrecen. Hay que comprender que el ejercicio de la política debe ser un noble, austero y generoso servicio a la comunidad y no un lugar de enriquecimiento personal o sectorial. Y también que el poder económico no puede destruir con voracidad insaciable la salud y el nivel de vida de nuestros hermanos. Debemos recuperar el valor de la palabra dada y de una justicia independiente al servicio de la verdad. En el deterioro de los valores señalados tienen una significativa importancia los medios de comunicación social que, con programas desprejuiciados y superficiales, debilitan el sentido moral de la vida de nuestro pueblo.
4 Es tan grande la apetencia de poder que la nación se torna ingobernable. En esta crisis sufren más los que menos tienen: los pobres y desprotegidos, como son los desocupados, los jubilados, los pequeños empresarios, productores y comerciantes, como también los empleados de menores ingresos. Es muy urgente recuperar las fuentes de trabajo y proponer políticas que alienten la producción y la equidad en la distribución de las riquezas, que permitan superar la injusta deuda social que pesa sobre nuestro pueblo y pone en peligro la gobernabilidad y la paz de nuestra patria.
5 El diálogo que el país reclama de los diversos sectores de su dirigencia debe tener como horizonte la fundación de un tiempo nuevo y no ser el espacio de un intercambio de beneficios o de réditos políticos. El diálogo que la patria necesita debe ser una búsqueda sincera de la verdad y del bien de todos con una permanente preocupación por los más pobres.
6 Debemos afrontar una dolorosa verdad, nuestra patria está empobrecida: provincias pobres, municipios pobres y familias pobres. Endeudados por generaciones y careciendo de un proyecto de país que nos integre y comprometa, hemos perdido credibilidad ante el mundo. La Argentina tiene, sin embargo, un potencial humano, espiritual y de riquezas naturales que nos debe permitir mantener nuestra esperanza en este momento de crisis, confiando sobre todo en la presencia de Jesucristo, el Señor de la historia, a quien imploramos en nuestra oración por la patria.
7 La Navidad está cerca. Celebramos el nacimiento de Jesús en quien Dios se hizo hombre por nosotros y quiso compartir nuestro destino. Como nosotros nació de una Madre, la Virgen María, y ganó el pan con su esfuerzo. Con su ejemplo y su palabra nos enseñó el Evangelio del trabajo, de la fraternidad y de la salvación, hasta dar la vida por todos. A los cristianos y a los hombres y mujeres de buena voluntad los animamos a encontrar en Él el modelo de verdad, de justicia y de solidaridad que tanto necesita nuestra patria.
130ª Reunión de la Comisión permanente
de la Conferencia Episcopal Argentina
Buenos Aires, 13 de diciembre de 2001