MADRID, 17 diciembre 2001 (ZENIT.org).- El cardenal Antonio María Rouco Varela constata que el terrorismo internacional –con sus versiones religiosas o ideológicamente más fanáticas– ha puesto al desnudo la debilidad de una concepción de la paz basada –sólo o predominantemente– en la fuerza política o militar.
El arzobispo de Madrid llegó a esta conclusión al intervenir el pasado 10 de octubre ante la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, de la que es miembro, sobre «Los problemas de la paz y de la justicia internacionales. Del 11 de septiembre al Sínodo de los Obispos. Una reflexión a la luz de la doctrina social de la Iglesia».
Después de recordar los principales acontecimientos acaecidos desde el 11 de septiembre, el Cardenal se preguntó en qué medida esta nueva forma de conflicto significa un reto igualmente inédito para el juicio moral y político y, sobre todo, para el empeño de preservar el valor inestimable de la paz.
La evolución histórica, subrayó, parece dar la razón al Concilio Vaticano II cuando afirmaba: La paz sólo puede alcanzarse «si se asegura el bien de las personas y los hombres comparten entre sí espontáneamente, con confianza, sus riquezas espirituales e intelectuales».
El cardenal constató asimismo que responder al terrorismo requiere avanzar en la constitución de una «verdadera instancia internacional dotada de los instrumentos jurídicos suficientes en el campo del derecho penal y procesal internacional y de los policiales y ejecutivos en general».
De este modo, explicó, se podrá llegar a una «verdadera Autoridad supranacional, respetada y acotada universalmente».
«Una tarea que podría y debería asumir como de máxima urgencia es la del control y regulación de la producción de armamentos», siguió considerando.
A continuación, el presidente de la Conferencia Episcopal Española recordó que la guerra, a través del planeta y de la historia, ha tenido como origen con demasiada frecuencia «las injusticias que provienen de las excesivas desigualdades económicas y del retraso de los necesarios remedios».
«Injusticias verdaderas, y pretendidas injusticias –aclaró–. No lo es menos en este momento tan delicado para el futuro de la paz mundial».
«Las manifestaciones y declaraciones al respecto de los responsables no sólo políticos y sociales, sino también, de los culturales, espirituales y religiosos de los países subdesarrollados o menos desarrollados son un clamor, pidiendo justicia, sobre todo, ante el fenómeno de la globalización», aseguró.
De hecho, reveló, «ese ha sido también el temor de las intervenciones de la mayor parte de los obispos africanos, asiáticos y latinoamericanos», que intervinieron en el último Sínodo celebrado en Roma en el mes de octubre.