Un drogadicto se convierte en la prueba de la santidad de Juan Diego

Reconocimiento oficial del milagro atribuido al indígena mexicano

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CIUDAD DEL VATICANO, 19 diciembre 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II aprobó este jueves el decreto canónico de reconocimiento del milagro atribuido a la intercesión de Juan Diego, el indio mexicano testigo de las apariciones de la Virgen de Guadalupe que tuvieron lugar entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531.

El milagro, que se produjo el 6 de mayo de 1990, en el mismo momento en el que el Santo Padre proclamaba beato a Juan Diego, cambió la vida del entonces veinteañero, Juan José Barragán Silva, toxicómano.

Juan José consumía marihuana desde hacía cinco años. Aquél día exasperado y bajo el efecto de la droga, cogió un cuchillo y se hirió ante su madre. Luego sangrando fue al balcón para tirarse.
La madre intentó sujetarlo por las piernas pero él se soltó y se tiró de cabeza.

Sin esperanzas, el joven fue llevado al hospital Durango de la Ciudad de México, donde fue acogido por el departamento de terapia intensiva.

El profesor J.H Hernández Illescas, considerado uno de los mejores especialistas a nivel internacional en el campo neurológico, junto a otros dos especialistas, ha definido este caso como «insólito, sorprendente e inconcebible».

«Inexplicable» también para todos los peritos médicos a quienes se les pidió el parecer. Considerando la altura desde la que se precipitó el joven (10 metros), su peso (70 kilos), el ángulo de impacto (70 grados), se ha calculado que la caída ocasionó una presión equivalente a dos mil kilos.

Después de tres días, de manera instantánea e inexplicable, Juan José se curó completamente. Los exámenes sucesivos confirmaron que no tenía secuelas ni neurológicas ni psíquicas, por lo que los médicos definieron su curación como «científicamente inexplicable».

A juicio de los peritos médicos la muerte debía ser instantánea. Y de todos modos, quienes sobreviven a este tipo de accidentes quedan gravemente discapacitados.

La madre del muchacho, Esperanza, ha contado que justo cuando el joven estaba cayendo lo encomendó a Dios y a la Virgen de Guadalupe. Invocando a Juan Diego dijo: «Dame una prueba… ¡Sálvame a este hijo! Y tú Madre mía escucha a Juan Diego».

El milagro supone el paso decisivo para el reconocimiento de la santidad de Juan Diego.

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ZENIT Staff

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