ROMA, 23 diciembre 2001 (ZENIT.org–Avvenire).- Josemaría Escrivá, Padre Pio da Pietralcina, Juan Diego… Los diversos modelos de santidad propuestos a los cristianos demuestran la sabiduría de la Iglesia, asegura el escritor italiano Alfredo Cattabiani, autor de varios ensayos sobre figuras de santidad.
La variedad de santos tendría, según ha declarado muchas veces Juan Pablo II, un objetivo concreto: demostrar que la santidad no es una meta inalcanzable sino una posibilidad concreta para cada cristiano.
–El padre Pio y Escrivá son dos figuras con una gran seguimiento popular pero profundamente diversas. ¿Cómo se enmarcan en su opinión en este gran diseño encaminado a proponer la santidad como objetivo «ordinario» a todos los fieles?
–Alfredo Cattabiani: Son dos canonizaciones en cierto sentido preanunciadas por una amplia devoción popular. Dos santos que, por caminos diversos, han logrado realizar el mismo objetivo: una vida cristiana ejemplar. Han dado un ejemplo sumamente eficaz. Lo demuestran los miles y miles de devotos y de admiradores que tienen en todo el mundo. Ciertamente, hablando del Padre Pío y de Escrivá debo admitir mi implicación emotiva.
–¿También a usted como a millones ha invocado al fraile de Pietralcina?
–Alfredo Cattabiani: Si, en una circunstancia muy dolorosa de mi vida. En 1967 me encontraba en el litoral del Gargano con mi mujer y mi hijo de seis meses. De repente el niño manifestó una fiebre altísima. Fue internado en el hospital de San Giovanni Rotondo pero los médicos se mostraron enseguida pesimistas.
«Prepárese –me dijeron– porque su hijo está muriendo y no logramos comprender el motivo». Salí del hospital y, mirando hacia la basílica, me encomendé al padre Pío que en aquellos años estaba todavía vivo. Tras una decena de minutos volví al hospital y vi al mismo médico de antes salirme al encuentro: «No sé explicarme lo que ha sucedido. No hemos hecho nada pero el niño está mejor, diría que está fuera de peligro». Tuve la precisa sensación de que la intervención sobrenatural del padre Pío había sido decisiva.
–Y sobre Escrivá, ¿cuál es su impresión? <br>
–Alfredo Cattabiani: Me parece que se anticipó al Concilio Vaticano II en lo que se refiere a la intuición sobre la santificación en la vida cotidiana. En este sentido, su mensaje resulta especialmente eficaz para nosotros, los laicos. Gran concreción pero también gran espiritualidad. Le gustaba mucho charlar con los amigos después de la cena pero a las 22 en punto, invariablemente, se despedía de todos diciendo que tenia una cita importantísima. Era el momento de la oración vespertina.
–Poner al lado de un héroe de lo prodigioso, como padre Pío, una figura aparentemente menos inclinada a las manifestaciones sobrenaturales como Escrivá, ¿no le parece que confirme la tesis de los diversos carismas eclesiales encaminados a un objetivo común?
–Alfredo Cattabiani: Sí, el padre Pío es la respuesta a quien querría una fe totalmente racional, marcada únicamente por la intelectualidad. Proclamando la santidad del padre Pío, el Papa nos demuestra en cambio que el aspecto del misterio no se puede cancelar. Escrivá, en cambio, subraya otro aspecto, el de una espiritualidad muy «laica», muy activa, caracterizada por un estilo que no es sólo oropel. También san Francisco de Sales afirmaba que la corrección es el primer escalón de la santidad.
–Hemos dicho que no existe un modelo de sanidad válido para todos, pero ¿cuál es el santo que siente más cercano a su sensibilidad?
–Alfredo Cattabiani: Me parece que ejemplos como los de Pier Giorgio Frassati o de los esposos Beltrame Quatrocchi son para nosotros laicos especialmente eficaces. Luego me gustan especialmente los santos sociales piamonteses, como don Juan Bosco, fueron los únicos que supieron de verdad defender a los pobres en la sociedad liberal pero profundamente injusta del siglo XIX.