BUENOS AIRES, 9 enero 2002 (ZENIT.org–Avvenire).- El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Estanislao Esteban Karlic, arzobispo de Paraná, acaba de presidir la reunión extraordinaria de la comisión permanente de los obispos y de firmar un documento cargado de preocupación con tonos muy firmes, pero abierto a la esperanza en medio de la grave crisis que atraviesa el país sudamericano.
–Monseñor Karlic, usted guía la Conferencia Episcopal desde hace seis años. ¿Cuál es la situación del país?
–Monseñor Karlic: Como escribimos en nuestro documento, la patria está gravemente enferma, afectada por una enfermedad moral que se refleja en diversos órdenes: económico, político y cultural. Tenemos que admitirlo, reunir las fuerzas y no perder tiempo en echarnos las culpas los unos a los otros, como lamentablemente es a menudo la costumbre argentina, sin olvidar la exigencia de la justicia y las responsabilidades individuales por el desastre. En el momento de máxima humillación para la gente, puede empezar el renacimiento, ésta es nuestra esperanza de cristianos, que queremos anunciar.
–¿Cómo quiere participar la Iglesia en la «reconstrucción de la patria»?
–Monseñor Karlic: Es interesante, y positivo, que se vuelva a hablar de patria. Sería en verdad grave que perdiéramos una ocasión providencial para crecer como nación. En primer lugar, los obispos y la Iglesia entera quieren decir a todo el país, también a los no creyentes, que vale la pena trabajar para salvar Argentina y construir una patria de hermanos. Deseamos y tratamos de estar cercanos a la gente, para darnos recíprocamente fuerza y llevar a término esta difícil tarea. Más específicamente sugerimos que se abra un espacio de decisión en el que se reconozcan los graves errores cometidos y se adopten profundos cambios de mentalidad y de comportamiento. Esta tarea corresponde sobre todo a partidos, sindicatos, empresarios, instituciones financieras pero también a los tres poderes del Estado. La Iglesia, en circunstancias excepcionales como éstas, dentro de su misión, en el respeto de las instituciones republicanas y a la búsqueda sólo de la paz y del progreso del pueblo, está dispuesta a animar iniciativas de diálogo entre los diversos sectores sociales y políticos.
–¿Se ha desarrollado en este espíritu el encuentro del lunes con el presidente Duhalde?
–Monseñor Karlic: Exactamente. Hay que precisar que ha sido él quien nos ha invitado, los obispos no toman iniciativas políticas. A menudo se quiere olvidar que hay diferencia, que no quiere decir distancia, entre Iglesia y mundo. No nos podemos identificar con ninguna parte o facción. El Presidente nos ha expuesto su plan y la voluntad de colaborar con nuestras obras asistenciales, no nos ha hecho revelaciones, ni le hemos llevado peticiones específicas. Nuestra atención es por el país y, obviamente, por los más pobres y necesitados.
–Se ha insinuado sin embargo que Duhalde pueda usar a la Iglesia para protegerse de las críticas.
–Monseñor Karlic: Sabemos bien que siempre se da el riesgo de manipulaciones. El presidente es católico y en su discurso ha dicho inspirarse en la doctrina social. Por ahora no damos valoraciones sobre la persona o sobre los programas, nos reservamos sin embargo nuestro libre juicio y estaremos siempre dispuestos a denunciar medidas inicuas. Nuestro empeño es ampliar los espacios de diálogo, podríamos también decir de democracia, sólo por el bien común.
–Se sostiene que Duhalde es una expresión de la vieja política, la que ha llevado a Argentina a este desastre…
–Monseñor Karlic: El hecho de haber renunciado a ser candidato en 2003 es un hecho positivo porque lo libera de la tentación de trabajar para la propia reelección. Del resto, esperamos que actúe con libertad, sin componendas.
–La crisis ha nacido ciertamente de la política, pero ¿la sociedad no tiene culpas?
–Monseñor Karlic: Todos tienen responsabilidad por el desastre y todos deben soportar sacrificios para salir de él. Hay que recuperar los valores de austeridad, equidad, justicia, cultura del trabajo, respeto de la ley y de la palabra dada. No se nos oculta que la sociedad está enferma por la pérdida de espesor moral.
–¿Y cómo se puede recuperar?
–Monseñor Karlic: En primer lugar, hay que elevar la calidad de la educación, fundándola sobre los valores eternos puestos por Dios en el corazón del hombre; luego cambiar la orientación de fondo de los medios de comunicación que muchas veces degradan al pueblo; modernizar el aparato productivo para aumentar los puestos de trabajo; promover la reforma del Estado y de la política; asegurar la justicia, desarraigando corrupción y privilegios; y evitar, por último, el derroche de los bienes y de los fondos públicos.
–Una tarea inmensa para el país…
–Monseñor Karlic: El momento es dificilísimo, debemos ser conscientes de ello. Pero el empeño más urgente es renovar la confianza, la confianza de la gente en quien la gobierna. Sólo así podremos proseguir la reconstrucción.
<br> –El domingo pasado usted hizo una autocrítica en nombre de la Iglesia…
–Monseñor Karlic: Sí, siguiendo el ejemplo de Juan Pablo II. Y la subrayamos en el documento. También los pastores deben examinarse: en un país que se profesa en su mayoría cristiano no es fácil explicar la crisis actual sin una grave falta de coherencia entre fe y vida, en la catequesis y en la predicación de la moral social.
–Pero la Iglesia es la institución más respetada de Argentina.
–Monseñor Karlic: Es verdad y es motivo de satisfacción tras años difíciles. Podemos sin embargo hacer más… Tenemos que hacer comprender que la justicia puede no bastar, hace falta solidaridad, que es justicia entre hermanos, donar gratuitamente, construir una amistad social. Este nuestro objetivo más alto: una civilización del amor.