¿Cómo proteger a los niños de la pornografía en Internet?

El derecho a la libertad de expresión tiene límites

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WASHINGTON, 12 enero 2002 (ZENIT.org).- “Es necesario restringir la libertad de expresión”. No es la última declaración de un gobierno autoritario, sino el llamamiento lanzado por la directora de UNICEF, Carol Bellamy.

Hace unas semanas se cumplió el décimo aniversario de la primera página web. La explosión de datos disponibles a través de Internet ha tenido muchos efectos positivos, pero también les ha hecho la vida más fácil a los distribuidores de pornografía.

El periódico de Londres The Guardian informaba el 19 de diciembre de que la responsable de UNICEF había pedido mayores censuras en Internet para combatir el flujo de sitios de pornografía infantil en la red.

Bellamy decía que todo lo que tiene que ver con la libertad de expresión debería quedar en segundo plano ante la urgente necesidad de proteger a los menores de los sitios de pornografía infantil que son un terreno abonado para los círculos pederastas internacionales. “No hay lugar para la discusión filosófica cuando se trata de pornografía infantil”, afirmaba la directora. “Necesitamos la capacidad de controlar aquello que es accesible por Internet”.

Hizo estas declaraciones a los delegados del Segundo Congreso Mundial contra el Comercio y Explotación Sexual de Niños, en Yokohama, Japón, que tuvo lugar del día 17 al 20 de diciembre. El primero de estos congresos tuvo lugar en Estocolmo, Suecia, en agosto de 1996.

En 1996, los delegados comprobaron qué crecía la conciencia en contra de las industrias del turismo sexual, el tráfico de niños y la pornografía para los pedófilos. Desde entonces muchos países han sacado leyes para luchar contra estos problemas, pero el crecimiento de Internet ha dejado atrás a la policía y a los poderes legalmente constituidos.

En la época del congreso de 1996, Japón era considerado como el mayor productor de pornografía infantil. Tokyo todavía es uno de los centros de producción, pero desde que Japón puso en marcha la legislación sobre pornografía infantil de 1999, ha sido superado como productor por Rusia, Chipre, Taiwan y Estados Unidos.

Según un reciente estudio de la Interpol, Estados Unidos es ahora la principal fuente de ofrecimiento de páginas webs con imágenes sexuales de menores, entendiendo como menor el que no ha cumplido los 18 años. Se dice que los productores americanos han filmado a un millón de niños, generando una industria de entre 2 y 3 billones de dólares al año.

Los organizadores del encuentro de Yokohama afirmaron que criminalizar la producción, distribución o posesión de pornografía infantil no daña la libertad de expresión ni la libertad artística. Las fotos cuentan con niños que son violados sexualmente, por lo que la imagen es, de hecho, la evidencia de un crimen.

Las organizaciones no gubernamentales y el sector privado están desarrollando algunas formas de combatir la pornografía basada en páginas webs. Están disponible vía Internet hotlines, entre ella la “Cyber Tipline”, donde el público puede informarse online. Y en Europa, grupos de vigilancia de Internet están trabajando conjuntamente para elaborar informes sobre la pornografía online e identificar a los distribuidores de otros países.

Protección del niño en los Estados Unidos
La conferencia de UNICEF se centró principalmente sobre la explotación de niños para la pornografía, turismo sexual y otras actividades. El hilo conductor era cómo proteger a los niños del acceso a la pornografía a la que sólo tienen acceso de manera muy fácil en Internet.

No resulta fácil crear una legislación para proteger a los niños, como muestra la experiencia de Estados Unidos. El New York Times informaba el 29 de noviembre de que la Corte Suprema estaba analizando una vez más el tema, tras haber previamente derogado la ley en vigor, desde hace cuatro años, dirigida a proteger a los niños de la pornografía infantil.

El año pasado, la corte federal de apelación de Filadelfia bloqueó un reforzamiento del Child Online Protection Act, la sucesora de la ya fuera de vigor Communications Decency Act. La corte razonaba que, en el contexto global de Internet, el uso de “estereotipos comunitarios contemporáneos” por la nueva ley para identificar el material que es “dañino para los menores” pone una traba inadmisible a la libertad de expresión, que goza de protección constitucional.

La administración Bush ha apelado la decisión, y el tema cayó bajo la jurisdicción de la Corte Suprema en noviembre. Durante la presentación de los argumentos a los jueces, el Fiscal General de los Estados Unidos, Theodore B. Olson, avisaba sobre “el daño substancial e incalculable para nuestros hijos” que produce el material sexual explícito de Internet. Había 28.000 lugares de pornografía comercial “accesibles fácilmente” para los niños “con tan sólo que ellos pudieran teclear y leer”, decía, pidiendo a la ley una “solución para un problema desesperado”.

Pero Ann E. Beeson, una abogada de la Unión para las Libertades Civiles Americana, que representa a un grupo de editores de Internes y usuarios que han pedido que se bloquee la ley, se ha opuesto a cualquier intento de establecer un norma nacional para restringir lo que es accesible a los menores.

La ley impone penas de 50.000 dólares de multa y seis meses de cárcel para aquellos que conscientemente “hagan cualquier comunicación con propósitos comerciales” en la red “que sea accesible a cualquier menor y que incluya material que sea dañino para los menores”, éstos han de ser menores de 17 años. Se considera una defensa aceptable el bloquear el accesibilidad de los menores con códigos de acceso de un adulto, una tarjeta de crédito, un número de identificación o medidas similares.

En 1997, los jueces de la Corte Suprema votaron 9-0 en Reno contra Unión de Libertades Civiles Americana, para derogar el Communications Decency Act como demasiado amplio y porque infringía la libertad de expresión de los adultos. Pero según Olson, al poner en acto la Child Online Protection Act al año siguiente, el Congreso respondía a la decisión de la Corte y redactaba una ley más cuidadosamente hecha a la medida.

Los niños no son adultos
Existe también oposición contra el uso de filtros en las librerías públicas para prevenir que los niños tengan acceso a la pornografía. San Francisco’s Board of Supervisors, por ejemplo, votó de manera unánime el prohibir filtros en la computadoras de las bibliotecas, informaba Associated Press el 2 de octubre.

La Children’s Internet Protection Act, aprobada en abril, pedía a las biblioteca instalar tal software antes del 2003. La American Library Association y la Unión para las Libertades Civiles Americana han interpuesto demanda para cambiar la ley, diciendo que viola la Primera Enmienda.

En San Francisco, las computadoras de las bibliotecas de la ciudad tienen un acceso sin restricciones a Internet, incluso en las zonas de niños, afirmaba la portavoz de las bibliotecas Marcia Schneider. De todas formas, los niños menores de ocho años deben ir acompañados a la biblioteca por un adulto.

La American Library Association estima que alrededor de un 20% de las 15.000 bibliotecas del país usan algún tipo de filtro para acceder a Internet.
El sociólogo Amitai Etzioni defendía, en un artículo publicado el 18 de diciembre en el Christian Science Monitor, la necesidad de dar una mayor protección a los niños que usan las bibliotecas.

Etzioni observaba que la American Library Association trataba a los niños como si fueran adultos, otorgándoles los mismos derechos, y la misma falta de protección de las malas influencias. Hacía notar que, en este tema, la asociación piensa igual que la Unión para las Libertades Civiles Americana (ACLU). La ACLU, de hecho, ha tenido éxito a la hora de
forzar a bibliotecas a que quitaran los filtros de Internet que protegen a los niños.

Etzioni hacía notar que estos grupos expresan su interés por los derechos de los niños en la primera enmienda. Esta postura olvidaba las limitaciones de los niños, Etzioni sostenía que: “Antes de una cierta edad –por ejemplo los 13 años-, tienen pocas capacidades que nos hagan pensar que, como si fueran adultos, pueden leer y ver libremente lo que ellos quieran. Entre los puntos de los que los niños todavía están desprovistos están la necesaria información, la experiencia, el juicio y los valores”.

Observaba que el fin de la educación es precisamente el preparar a los niños para ser adultos autónomos. “Si fueran simplemente mini-adultos, cuyos cuerpos necesitan crecer pero que tienen la capacidad de actuar por sí mismos, muchos cuidados de los padres serían superfluos”, afirmaba Etzioni.

Puesto que éste, obviamente, no es el caso, los niños necesitan la protección de sus padres y un ambiente educacional que les permita madurar. Muchos esperan que la Corte Suprema de los Estados Unidos vea las cosas de igual modo.

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ZENIT Staff

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