La droga no se combate con la droga; asegura la Santa Sede

Un manual convoca a la lucha en todos los frentes

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CIUDAD DEL VATICANO, 12 enero 2002 (ZENIT.org).- ¿Se legalizarán las drogas? ¿Es buena idea dar drogas a los adictos? ¿Como podría combatirse el tráfico de drogas?

Las respuestas a estas preguntas se han incluido en un manual sobre las drogas y los principios de la Iglesia, publicado hace semanas por el Pontificio Consejo para los Agentes de la Salud. “Iglesia, Drogas y Adicción” está ya disponible en lengua castellana.

El manual comienza con un repaso de la enseñanza de Juan Pablo II sobre las drogas. El Papa dejaba claro que las drogas son uno de las principales amenazas que afrontan los jóvenes, incluidos los niños.

El documento descubre muchas causas que están detrás del fenómeno droga. Algunos la ven como una forma de expresión de la libertad personal. Otros como otro camino en la búsqueda del placer. Otros incluso la ven como una vía de escape del sufrimiento, la soledad y el aislamiento. En ocasiones, la falta de valores y convicciones, que pudieran dar puntos de referencia consistentes para el desarrollo personal, dan como resultado que muchos sean fácil presa de los camellos.

Juan Pablo II también afirmaba que la decisión de tomar drogas con frecuencia surgía en un ambiente de escepticismo y hedonismo que conducía a sentimientos de frustración y a una falta de significado de las vidas de las personas.

Los autores del manual hacen notar que el aumento del consumo de drogas debería llevar a la sociedad a una reflexión seria. Un creciente número de personas están yendo hacia las drogas porque la vida moderna les deja insatisfechos y angustiados por su futuro.

Además, el consumo de drogas está unido a la búsqueda del placer. El manual desentraña la superficialidad de este deseo. Presenta cómo, al dar prioridad a la búsqueda del placer, el consumidor de drogas entra en conflicto con la realidad de la vida de cada día y sus obligaciones.

El placer, en sus diferentes formas, tiene una función legítima en nuestras vidas, hace notar el documento. Pero es necesario que esté ordenado según una correcta jerarquía. Pero con las drogas se busca una satisfacción inmediata del deseo de placer, dejando de lado el uso de nuestras capacidades de inteligencia y voluntad que deberían regular nuestras vidas.

Es un serio error, afirma el documento, pensar que nuestros deseos de paz, felicidad y satisfacción personal se colmarán automáticamente al tomar algún tipo de cocktail químico.

Mercaderes de muerte
¿Cuál es el juicio de la Iglesia sobre el consumo de drogas ilegales? La moral católica rechaza con firmeza el consumo de drogas ilegales. De hecho, Juan Pablo II se ha referido a los traficantes llamándolos “mercaderes de muerte” y llamando la atención a los potenciales consumidores de drogas contra el uso de sustancias que ofrecen la ilusión de la libertad y falsas de promesas de felicidad.

Consumir drogas, afirma el Papa, siempre es ilícito porque implica una abdicación injustificada e irracional de nuestra capacidad de pensar, escoger y actuar como personas. Resulta también falso hablar de ciertos “derechos” a las drogas, porque nunca se tiene derecho a abdicar de la dignidad personal que Dios nos ha dado. Consumir drogas, dice Juan Pablo II, no daña sólo nuestra salud sino también frustra nuestra capacidad de vivir en comunidad y ofrecernos a nosotros mismos a los demás.

La lucha contra las drogas es un grave deber para quienes tienen la autoridad pública, insiste el Papa. Reforzar las leyes contra las drogas es crucial para proteger a la sociedad y a los individuos de este grave peligro, afirma el manual. El aumento de las acciones incumplidoras de la ley no debe reducir el esfuerzo de reforzarlas, insiste el documento.

Al mismo tiempo, el manual explica que el problema de las drogas no es sólo legal. Resolver el abuso de las drogas depende de factores tales como el ofrecer a los jóvenes un sentido para sus vidas y un entorno decente en el que puedan madurar.

¿Legalización?
La Iglesia se opone a la legalización de las drogas. Esto incluye las así llamadas blandas, que ve como fomentadoras del mismo tipo de mentalidad dependiente y perdida de dignidad personal que producen las drogas duras.

El manual hace notar que el Estado tiene el deber de proteger a los ciudadanos y promover el bien común. Legalizar las drogas sería un serio golpe para los consumidores potenciales, dañando su salud y atrofiando sus vidas.

Desde el punto de vista médico, la división entre drogas blandas y drogas duras es difícil de delinear. En muchos casos lo que más importa es la cantidad de sustancias consumidas, cómo se han tomado y si se han mezclado. Además, nuevas drogas entran en escena constantemente, con nuevos efectos colaterales y preguntas sobre su potencial.

El Pontificio Consejo para los operadores sanitarios también hacía notar que el abuso de las drogas tiene serios efectos que van más allá de lo físico. Las consecuencias psicológicas y de comportamiento de las drogas blandas conducen a importantes problemas, incluso si sus efectos psicológicos no son tan serios como los de las drogas duras.

¿Cómo podemos luchar del mejor modo contra las drogas? El documento sugiere tres cauces de acción: prevención, supresión del tráfico y rehabilitación.

La prevención debe llevarse a cabo ofreciendo a las víctimas potenciales de las drogas los valores humanos del amor y la vida, iluminados por la fe, asevera el Papa. Siguiendo este camino podemos dar significado a nuestras vidas. La Iglesia ofrece a las personas el don del amor de Dios, con su palabra y con la gracia de Cristo.

El documento también establece el papel de la familia a la hora de dar a los hijos una sólida educación que les enseñe a evitar que caigan en las drogas. Los grupos de jóvenes y las parroquias pueden jugar también un papel importante, al promover un estilo de vida basado en los valores evangélicos y el contacto con Dios que conducirá al descubrimiento del verdadero significado de nuestra existencia humana.

Luchar contra las redes internacionales del narcotráfico también es importante, apunta el manual. La cooperación regional e internacional es necesaria para vencer el poder de los sindicatos del crimen.

Los camellos y traficantes deberían ser el objetivo prioritario de la acción legal y policial, afirma el documento. Si bien sería un error dejar impunes a los consumidores ordinarios de drogas, las autoridades deben tener en cuenta los factores personales y sociales que les han llevado a la adicción. Sobre todo, se debería ayudar a los drogodependientes a escapar de su dependencia.

El Pontificio Consejo para los Operadores sanitarios hace notar que, durante años, la Iglesia ha tratado con éxito a drogodependientes. Juan Pablo II ha dado su apoyo a los padres de los jóvenes adictos para que conserven la esperanza y mantengan el diálogo con sus hijos. El amor de la familia es un arma potente en la lucha contra el consumo de drogas.

La Iglesia ofrece también a los adictos las esperanza contenida en el amor de Cristo a cada persona. El manual hace notar que una vida basada en una relación personal con Cristo es el único camino para colmar nuestros deseos personales.

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ZENIT Staff

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