CIUDAD DEL VATICANO, 17 enero 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II agradeció este jueves las medidas de seguridad que la Policía italiana ha puesto en marcha para defender el Vaticano tras los atentados del 11 de septiembre e hizo una invitación a vencer el miedo y devolviendo la confianza a la gente, en una sociedad más abierta y solidaria.
Pronunció sus palabras al felicitar con motivo del año nuevo al destacamento de las fuerzas de seguridad italianas que tiene por objetivo vigilar el acceso a la basílica de San Pedro del Vaticano.
La monumental plaza de San Pedro se encuentra en territorio vaticano, pero –según los acuerdos de Letrán entre Italia y la Santa Sede de 1929– su seguridad es confiada a la policía italiana.
«Como consecuencia del terrorismo –explicó el Papa–, se ha difundido entre las personas un sentimiento de miedo, que genera ansia, desconfianza y cerrazón. Si bien hay que adoptar medidas adecuadas para garantizar la seguridad de todos, al mismo tiempo es necesario devolver la confianza a la gente en una sociedad que sepa vivir en su interior relaciones más abiertos y solidarios».
La seguridad en torno al Vaticano y con motivo de los viajes del obispo de Roma se ha reforzado desde el mes de diciembre pasado, cuando servicios secretos occidentales recibieron informaciones, según las cuales, el Papa y la Santa Sede podrían ser «objetivos posibles» de los atentados terroristas.
Joaquín Navarro-Valls, portavoz de la Santa Sede, ha declarado en varias ocasiones que Juan Pablo II prefiere no hacer comentarios a estas revelaciones y dedicarse a desempeñar con normalidad su ministerio apostólico.
En la audiencia, el Papa Wojtyla agradeció a los policías italianos su labor que hasta ahora ha garantizado serenidad a los millones de peregrinos que todos los años vienen a Roma.
«Es una pacífica invasión de personas de diferentes edades, origen y culturas, que realizan una significativa experiencia comunitaria –añadió–: experimentan el respeto recíproco, la acogida y el diálogo fraternos, y al mismo tiempo, con idiomas y tradiciones diferentes, proclaman valores humanos y espirituales que hermanan a los hombres».
«Vuestra vigilancia atenta y cotidiana permite el que se respete y salvaguarde este «clima» de fe y fraternidad», concluyó, dirigiéndose a los agentes con la familiar expresión de «queridos amigos».