El Papa a israelíes y palestinos: Sólo Dios puede liberar la sed de venganza

Celebra la Jornada de oración por la paz en Oriente Medio

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CIUDAD DEL VATICANO, 7 abril 2002 (ZENIT.org).- En nombre del único Dios en que creen judíos, musulmanes y cristianos, Juan Pablo II lanzó este domingo un llamamiento a la paz entre israelíes y palestinos.

El pontífice había convocado a los mil millones de católicos del mundo a unirse en ese día en una Jornada de oración por la paz en Oriente Medio. En los cinco continentes, se organizaron el sábado y el domingo vigilias de oración y en las misas dominicales se invocó la tan esperada paz.

En ese contexto, antes de dirigir la oración mariana del «Regina Caeli», el obispo de Roma recordó a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro que nadie puede derramar la sangre de otra pesona. Para dar fuerza a su llamamiento, citó el pasaje del Génesis (9, 6) que dice: «Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre».

«¿Cómo es posible olvidar que israelíes y palestinos, siguiendo el ejemplo de Abraham, creen en el único Dios?», preguntó el sucesor de Pedro. «A Él, revelado por Jesús como Padre misericordioso, se eleva la oración conjunta de los cristianos, quienes repiten con san Francisco de Asís: «Señor, hazme instrumento de tu paz»».

El pensamiento de Juan Pablo II se concentró de manera especial en los frailes franciscanos, en los greco-ortodoxos, y en los armenios ortodoxos, que se encuentran encerrados en la Basílica de la Natividad de Belén para asegurarles sus oraciones.

Algo más de doscientos milicianos palestinos se refugiaron el martes pasado en la iglesia de la Basílica tras la ocupación israelí de la ciudad autónoma palestina. El templo se encuentra rodeado por tanques del Ejército israelí.

El Papa escogió en particular esta fecha como día de oración por la paz en Tierra Santa pues en ella se celebra el domingo de la Divina Misericordia, una solemnidad instituida por él mismo durante el Jubileo del año 2000.

La mensajera de la devoción a la Misericordia Divina fue una joven polaca, Faustina Kowalska fallecida a los 33 años (1905-1938). Vivió trece años de vida religiosa desempeñando humildes oficios (cocinera, jardinera y portera).

En ese ambiente, sin embargo, experimentó una apasionante aventura espiritual, que estuvo marcada por visiones, revelaciones, estigmas escondidos… Su experiencia mística se concentró en la consagración a la Misericordia Divina y en un lema: «Jesús en ti confío».

«Que allí donde las pruebas y las dificultades son más ásperas, se haga más insistente la invocación al Señor resucitado, se haga más sentida la imploración del don de su Santo Espíritu, manantial de amor y de paz», exhortó el Papa.

Sólo Dios «puede dar las energías que son necesarias para liberarse del odio y de la sed de venganza y emprender el camino de la negociación de cara al acuerdo y la paz», afirmó.

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ZENIT Staff

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