CIUDAD DEL VATICANO, 18 abril 2002 (ZENIT.org).- ¿Cómo está Juan Pablo II? Esta es una de las preguntas a las que trata de responder con insistencia la prensa internacional al informar sobre la Santa Sede.

Algunos periódicos, especulando sobre sus condiciones de salud, han llegado a afirmar que el pontífice está cada vez más enfermo y que ha dejado las riendas del gobierno de la Iglesia a sus colaboradores más cercanos.

Hablando sobre la salud del Papa, que cumplirá 82 años en mayo, el cardenal Edward I. Cassidy, hasta hace unos meses presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, declaró a la Australian Associated Press (8 de abril) que «El Papa está algo débil, y la rodilla le duele, pero su corazón y su mente son fuertes».

El cardenal, estrecho colaborador del obispo de Roma durante lustros, ofreció estas declaraciones a la agencia después de haber cenado con él.

«Si usted hubiera estado conmigo aquella noche, con el Santo Padre y sus dos secretarios, no habría podido decir que no está bien, pues demostró sumo interés por la conversación. Pero son evidentes las dificultades que tiene para caminar, especialmente ahora con el dolor de rodilla», reconocía.

En su conjunto, según el cardenal Cassidy, el Santo Padre tiene «un corazón y una mente muy fuertes, con un cuerpo débil».

Para los periodistas acreditados ante la Santa Sede, es fácil seguir día a día los encuentros públicos diarios que mantiene. A estos hay que añadir los encuentros privados que, como es fácil de comprobar, con frecuencia son más largos y numerosos que los públicos.

En los últimos cinco días (entre el 13 y el 17 de abril), por ejemplo, el pontífice ha mantenido tres encuentros multitudinarios con decenas de miles de fieles, ha recibido a dos Jefes de Estado, se ha encontrado con decenas de cardenales y obispos, y sacó tiempo para encontrare con los inmigrantes latinoamericanos presentes en Roma.

Este miércoles, todas las cámaras de televisión pudieron seguir su figura blanca durante más de una hora y media con motivo de la audiencia general en la plaza de San Pedro, en una fresca mañana de abril con viento. Saludó a los peregrinos en nueve idiomas, después de haber pronunciado su larga intervención sobre un cántico del libro bíblico de Isaías.

El martes, se reunió personalmente con ocho obispos de Nigeria, con quienes analizó la situación de la comunidad católica en ese país, el más poblado de África, en el que en meses pasados se verificaron enfrentamientos violentos a causa de la imposición en algunos Estados de la ley islámica (sharia).

Ese mismo día, hizo pública la renuncia del obispo auxiliar de Maguncia, Franziskus Eisenbach, «por el bien de la Iglesia», después de que el prelado hubiera sido denunciado por una mujer, sin que la denuncia hubiera prosperado. El Papa ha seguido el caso en los últimos meses, como confirmó un comunicado firmado por el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe.

Ese martes el Vaticano anunció también el encuentro de cardenales estadounidenses que ha convocado el Papa en Roma para afrontar los escándalos de sacerdotes estallado en el país. Otro comunicado del cardenal Bernard Francis Law, arzobispo de Boston, publicado este miércoles, revelaba que en días pasados se encontró con el Papa para afrontar el argumento.

En la mañana del lunes, Juan Pablo II, recibió a más de 10 mil peregrinos venidos en Roma para participar en la proclamación, el domingo anterior, de cinco nuevos beatos. Se encontró, además, con el presidente de la República de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, con su esposa y séquito, así como con el cardenal Miguel Obando Bravo, arzobispo de Managua (Nicaragua)

Luego comió con Su Beatitud Michel Sabbah, patriarca latino de Jerusalén. Pidió informaciones de primera mano sobre el conflicto en Tierra Santa, que está siguiendo hora tras hora. Al pedir noticias de los frailes franciscanos sitiados en la Basílica de la Natividad de Belén, pidió al patriarca que les llamara en ese mismo instante por teléfono, pues quería conversar con ellos para dirigirles unas palabras de aliento.

Ese mismo día, la Santa Sede ofrecía a los periodistas informaciones más detalladas sobre el viaje que realizará del 22 al 26 de mayo a Azerbaiyán y Bulgaria.

El domingo, presidió una larguísima ceremonia de beatificación, al aire libre en la plaza de San Pedro, en una mañana de viento, ante unos treinta mil peregrinos, hablando en castellano y en italiano.

El sábado, se encontró con el presidente de Nicaragua, Enrique J. Bolaños Geyer, así como con su esposa y séquito. Pasó un buen momento con los obispos de la Conferencia Episcopal de Bolivia, que concluían su visita «ad Limina», así como un grupo de inmigrantes latinoamericanos en Roma, a quienes les dirigió palabras de cariño en castellano.

Ese mismo día, nombraba secretario del Consejo Pontificio para la Familia a monseñor Karl Josef Romer, quien hasta entonces era obispo auxiliar de Río de Janeiro.

A estos encuentros públicos, hay que añadir otros muchos de carácter privado, así como el trabajo de despacho de los asuntos ordinarios de la Iglesia.

La luz de su ventana, que da a la plaza de San Pedro, sigue apagándose a altas horas de la noche y encendiéndose muy pronto en la mañana.

Como se puede ver, ciertamente Juan Pablo II tiene problemas evidentes en las piernas, y achaques ocasionados por la edad, el atentado, y el desgaste del trabajo...

El temblor en las manos y brazos ciertamente contrasta con la vigorosa presencia que tenía a inicios de su pontificado, pero en los últimos años ha demostrado que no constituye un problema real para su trabajo. La experiencia de más de 23 años de gobierno de la Iglesia y su estatura moral (reconocida dentro y fuera de la Iglesia) le ofrecen, por otra parte, posibilidades con las que no podría contar ninguna otra persona.

Para gobernar la Iglesia no se necesitan piernas, sino cabeza y corazón y el cardenal Cassidy, en esto, no deja lugar a dudas.