NUEVA YORK, 10 abril 2002 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha manifestado ante las Naciones Unidas su profunda preocupación ante el retroceso actual en el desarme nuclear y ha calificado estas armas como incompatibles con la paz en el siglo XXI.
La denuncia fue pronunciada el 8 de abril por monseñor Francis Chullikat, subjefe de la delegación de la Santa Sede ante la Comisión preparatoria para la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, que se celebra desde ese día hasta el 19 de abril en Nueva York.
El representante vaticano constató en su intervención, hecha pública este miércoles por la Sala de Prensa de la Santa Sede, que hace tan sólo dos años la situación era muy diferente. Cuando tuvo lugar la Revisión del año 2000, explicó, «se tenía la sensación de que se habían hecho progresos».
Esta Revisión incluía un compromiso bien definido de los Estados con armas nucleares para llegar a una total eliminación de sus arsenales nucleares que condujera a un desarme nuclear. El compromiso incluía trece pasos prácticos aprobados por unanimidad en la Conferencia.
«Sin embargo –afirmó el representante vaticano–; el progreso hecho en la implementación de los trece pasos en los últimos dos años ha sido decepcionante. De hecho, las perspectivas de su futura implementación son alarmantes».
La Santa Sede denunció no sólo que no ha habido progresos en este aspecto sino que incluso «se ha dado una regresión».
Aunque no se han realizado pruebas nucleares en este periodo, «no se ve en el horizonte la entrada en vigor del Tratado. La Conferencia sobre desarme está paralizada. Una de las partes del Tratado sobre Mísiles Antibalísticos ha dado señales de retirada. Las armas nucleares se mantienen todavía en estado de alerta».
Por otra parte, «la admonición del Tribunal Internacional de Justicia para la conclusión de las negociaciones orientadas a su eliminación es ignorada».
Pero más grave aún que la falta de progresos, indica monseñor Chullikat, es «la abierta determinación de algunos estados con armas nucleares a seguir dispensando a las armas nucleares un papel decisivo en sus doctrinas militares».
«Si bien la comunidad internacional da la bienvenida y con razón a la voluntad de aquellos países que tienen la mayoría de armas nucleares de reducir sus existencias de cabezas nucleares desplegadas, ¿de qué sirve ese desarme unilateral, cuando no se hace irreversible, es decir, cuando tales existencias pueden ser montadas de nuevo rápidamente?», se preguntó el representante vaticano.
La delegación vaticana se mostró «profundamente preocupada por la antigua postura de la disuasión nuclear que está llevando a la posibilidad de su uso en nuevas estrategias».
«A esto hay que resistirse con fuerza», pidió el representante vaticano, subrayando que «la Santa Sede ha recordado constantemente el hecho de que la estrategia de la disuasión se puede contemplar sólo como una etapa en el proceso encaminado al desarme».
«En la medida en que la disuasión se toma como un fin en sí misma, anima a los protagonistas a asegurar una superioridad constante el uno sobre el otro, en una carrera incesante hacia el rearme», constató.
Chullikat se hizo portavoz, además, de la preocupación creciente de la Santa Sede al ver «que el régimen de no proliferación, con el Tratado como piedra angular, está desorganizado».
Y afirmó que «las viejas políticas de disuasión nuclear que prevalecieron en la Guerra Fría deben llevar ahora a medidas concretas de desarme. Las leyes no pueden aprobar la continuación de las doctrinas de que mantener las armas nucleares es esencial».
El representante vaticano repitió ante la Comisión de la ONU el llamamiento lanzado por Juan Pablo II para la prohibición de todas las armas nucleares mediante «un sistema factible de negociación, incluso de arbitraje».
«Los estados con armas nucleares que presenten resistencia a las negociaciones deberían ser urgidos con fuerza a sentarse en la mesa de negociación», indicó monseñor Chullikat.
Concluyó asegurando que «las armas nucleares son incompatibles con la paz que buscamos para el siglo XXI; no pueden ser justificadas» y «son instrumentos de muerte y destrucción». Por ello urgió a dar pasos efectivos hacia su total eliminación.