CARACAS, 12 abril 2002 (ZENIT.org).- Poco después de que tuviera que dimitiera como presidente de Venezuela, Hugo Chávez recibió en la madrugada de este viernes ayuda espiritual de parte de uno de los hombres a quien más atacó en los últimos tres años: el arzobispo Baltazar Porras.
Chávez «estuvo conversando aproximadamente 35 minutos con monseñor Porras [presidente de la Conferencia Episcopal] y creo que le prestamos la atención espiritual que necesitaba para el momento», reveló el general Romel Fuenmayor en declaraciones a canales de televisión locales.
Antes de que Chávez tuviera que dimitir ante los episodios de violencias que se verificaron este jueves en esta capital, los obispos de Venezuela hicieron un llamamiento a la «convivencia en paz y libertad».
En un comunicado oficial, la Conferencia Episcopal del país afirmó: «se lucha, se disiente, se expresa con ideas, no con irracionalidad o con violencia» e invitó a «desterrar la mentira, la imposición y la prepotencia, de la vida personal y social, pero especialmente del debate político».
Un gobierno de transición, encabezado por el líder empresarial Pedro Carmona, fue designado el viernes para reemplazar a Chávez. Carmona es el presidente de la mayor organización empresarial del país, Fedecámaras, y encabezó una huelga general de tres días que fue determinante para desencadenar la salida de Chávez de la presidencia.
El dirigente empresarial anunció que Chávez permanecerá «en custodia» de la Fuerza Armada Nacional (FAN) mientras se determine su responsabilidad por lo sucedido durante sus tres años de gestión y los violentos disturbios del jueves en Caracas, que culminaron con un saldo de al menos 10 muertos y 100 heridos.
En estos tres años, Chávez propinó fuertes ataques tanto con palabras como con medidas políticas a los obispos y a la comunidad católica en general (en particular, a sus obras educativas y caritativas).
«Estamos viviendo la crisis político-social más honda de los últimos años –afirmaron los obispos en su comunicado». En esta situación, constatan, «nuestro pueblo propone hoy cambios profundos y efectivos, a través de una participación protagónica, como verdaderos ciudadanos, en un destino común de paz, libertad y justicia», desterrando la violencia.
Los obispos animan «todas las expresiones de la sociedad democrática a seguir trabajando por la vigencia de un proyecto común de nación y de sociedad, basado en los valores democráticos de un verdadero estado de derecho, de justicia y de la promoción de un auténtico desarrollo, sin exclusión de nadie, aunando todas las voluntades».
El episcopado venezolano concluye reiterando su vocación cristiana de «paz y reconciliación».