CIUDAD DEL VATICANO, 12 abril 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha denunciado que existe el riego de que la investigación basada sólo en intereses económicos no respete la dignidad de la persona humana.
El pontífice lanzó la señal de alarma en una carta enviada con motivo de la Conferencia Internacional celebrada en Varsovia del 5 al 6 de abril sobre el tema «El conflicto de interés y su significado en la ciencia y la medicina». El texto de la misiva fue publicado este jueves por la Sala de Prensa vaticana.
El obispo de Roma describió así este «conflicto»: «Si bien es ciertamente legítimo para una empresa del campo biomédico o farmacéutico buscar un apropiado retorno de su inversión, en ocasiones sucede que se imponen intereses financieros en las decisiones y productos que son contrarios a los valores humanos y a las demandas de justicia».
«Como consecuencia, surge un conflicto entre intereses económicos por un lado, y por otro, la medicina y la atención sanitaria. La investigación en este campo debe perseguir el bien de todos, incluyendo aquellos que no tienen recursos», indicó como principio el sucesor de Pedro.
De lo contrario, existe el riesgo de que la ciencia basada en intereses económicos, «no se oriente a la mejor atención posible de quien sufre, de acuerdo con la dignidad humana, sino al objetivo de maximizar el lucro», denunció.
A continuación, el Santo Padre hizo una lista de los conflictos de interés entre ética y finanzas que en estos momentos experimenta la investigación médica y farmacéutica.
«Ante todo –se lee en la carta– este conflicto se puede ver en la selección de programas de investigación», pues con frecuencia los estudios científicos de ganancias inmediatas son «preferidos a otras investigaciones que requieren una mayor inversión de tiempo, en el respeto de la ética y de la justicia».
«La industria farmacéutica –constató como ejemplo– ha favorecido un tipo de investigación que ya ha hecho penetrar en el mercado productos contrarios al bien moral, incluidos fármacos que no respetan la procreación, o que incluso suprimen la vida ya concebida».
Juan Pablo II observa que, debido a que producen escasos beneficios, por ejemplo, los programas para el tratamiento de la infertilidad son menos populares que la financiación de la fecundación humana artificial.
Mencionó también otra paradoja: «La reciente decisión de algunos países de utilizar embriones humanos o incluso de producirlos o clonarlos para experimentar con células estaminales ha sido apoyada por muchos inversores. Sin embargo, programas aceptables ética y científicamente, que utilizan células adultas para lograr los mismos tratamientos, y no con menos éxito, goza de menos apoyo a causa de que se prevén menores ganancias».
El pensamiento del Papa Wojtyla se detuvo después a evocar la condición de los países pobres en los que es prácticamente imposible el acceso a las medicinas de primera necesidad, precisamente «porque la posibilidad de la ganancia está ausente».
Se refirió también a la investigación para derrotar enfermedades no comunes, tarea que al no presentar «perspectivas de ganancia» no recibe financiación necesaria por parte de la industria farmacéutica.
La lista de estos conflictos de interés, advirtió por último el Papa, está destinada a ampliarse en caso de que «se permita a una actitud utilitarista prevalecer sobre el espíritu original de la investigación», que debe respetar la bien y la verdad.