CIUDAD DEL VATICANO, 2 julio 2002 (ZENIT.org).- La llamada a la comunión, la formación de los jóvenes, la defensa de la familia, la solidaridad con los necesitados: han sido los temas a los que se ha referido el Papa en su discurso a los obispos de la Conferencia Episcopal de Perú, recibidos en audiencia en la mañana de este martes con motivo de su Visita «ad limina Apostolorum».
Juan Pablo II expuso al episcopado peruano uno de los retos cruciales de nuestro tiempo: «el espíritu de comunión que ha de reinar en la Iglesia», no sólo como exigencia del mensaje de Cristo, sino también como respuesta a las esperanzas profundas del mundo.
Por ello, el Santo Padre recordó a los obispos de Perú: «Estáis llamados a ser ejemplo de comunión», en un momento histórico en que la capacidad de interrelación convive con un frecuente sentimiento de aislamiento, que causa fragmentación e incluso conflictos en la familia humana.
Los numerosos ejemplos de santidad de Perú, como Santa Rosa de Lima o San Martín de Porres, constituyen un modelo también para los Pastores, «que han de identificarse con el estilo personal de Jesucristo, hecho de sencillez, pobreza, cercanía, renuncia a ventajas personales y confianza plena en la fuerza del Espíritu por encima de los medios humanos», siguió el Papa.
El tema de los jóvenes reclamó también la atención del Pontífice. Entre ellos hay que suscitar «la pasión por los grandes ideales del Evangelio», acompañando su evangelización de una pastoral vocacional apremiante.
Como constató el Papa, Perú «necesita sacerdotes y evangelizadores, santos, doctos y fieles a su vocación (…). Esta es una tarea en la que el Obispo ha de mostrar una particular cercanía de padre y maestro».
Refiriéndose al matrimonio, el Santo Padre explicó que «es imprescindible que los jóvenes conozcan la verdadera belleza del amor». En este punto manifestó la necesidad de una pastoral multidisciplinar que integre la catequesis, la acción educativa de otros fieles laicos, la ayuda de las propias familias y la promoción de las condiciones que favorezcan el amor de los esposos y la estabilidad familiar.
«Los Pastores han de hacer oír su voz para resaltar la importancia de la familia como célula primigenia y fundamental de la sociedad, y su insustituible contribución al bien común de todos los ciudadanos», destacó el Papa.
Este llamamiento resulta particularmente urgente «cuando, por razones más o menos oportunistas, se plantean proyectos políticos antinatalistas, se sofocan los deseos de fidelidad matrimonial o se dificulta de otros modos el normal desarrollo de la vida familiar», dijo Juan Pablo II al episcopado peruano.
Constatando el vigor de la acción que la Iglesia en Perú desarrolla en favor de los más desfavorecidos, y ante la difícil situación económica que atraviesa el país, donde emerge la pobreza con mayor virulencia, el Papa también invitó a impulsar «una pastoral social concreta, tangible y organizada (…) que ponga los fundamentos de un desarrollo armónico y duradero basado en el espíritu de solidaridad fraterna».
Es el marco en el que el Santo Padre también ha querido expresar su más sincero agradecimiento a las numerosas instituciones eclesiales – subrayando la labor de los Institutos de vida consagrada – que con gran entrega «hacen llegar la luz del Evangelio y la ayuda fraterna a los lugares más recónditos de las tierras peruanas», desde la selva amazónica a las alturas andinas o los llanos de la costa.