CIUDAD DE MÉXICO, 30 julio 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II rindió homenaje a la fe del pueblo mexicano, cuyos frutos de santidad viene a reconocer en su quinta visita al país, al aterrizar este martes en el aeropuerto internacional de la capital.
«México siempre fiel», dijo nada más llegar el Santo Padre en respuesta a las palabras del presidente Vicente Fox, confesando sus «sentimientos de afecto y estima por este pueblo, rico de historia y de culturas ancestrales».
Llegado en vuelo de la compañía Taca, que había sido bautizado con el significativo nombre de «Mensajero de la esperanza», el pontífice descendió en esta ocasión del avión utilizando un ascensor.
El pontífice concluía una agotadora jornada, que había tenido su momento culminante en el hipódromo de la Ciudad de Guatemala con la canonización del Hermano Pedro de San José de Betancur, primer santo centroamericano.
Recordando que este miércoles canonizará a Juan Diego, el indígena testigo de las apariciones de Guadalupe, y el jueves a los indígenas mártires de Oaxaca, Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, hizo un llamamiento a la santidad, en este país, el segundo del mundo en número de católicos.
«¡Sed santos!», dijo. «Servid a Dios, a la Iglesia y a la nación, asumiendo cada cual la responsabilidad de trasmitir el mensaje evangélico y de dar testimonio de una fe viva y operante en la sociedad».
El Santo Padre no olvidó saludar a los miles de jóvenes que en ese momento se encontraban reunidos en una vigilia de oración en la Plaza del Zócalo de la Catedral Primada, y que le seguían desde pantallas de televisión.
«Les digo que el Papa cuenta con ellos y les pide que sean verdaderos amigos de Jesús y testigos de su Evangelio», afirmó.
«Queridos mexicanos –añadió–: Gracias por vuestra hospitalidad, por vuestro afecto constante, por vuestra fidelidad a la Iglesia».
Luego se despidió de los 2.600 presentes en el hangar presidencial con la fórmula que antiguamente se utilizaba en México: «Que Dios os haga como Juan Diego». E improvisando, volvió a exclamar: «¡México, siempre fiel».
«Juan Pablo, hermano, ya eres mexicano», fue el grito de los presentes, que en varias ocasiones le interrumpieron con las famosas «porras» mexicanas.
En el discurso que había pronunciado poco antes, el presidente Fox afirmó que el México que en esta ocasión visita el Papa es «un país democrático, plural, orgulloso de su diversidad étnica y cultural», pero reconoció que afronta muchos retos, entre ellos el de la pobreza.
Prometió al pontífice que su gobierno está empeñado en lograr un crecimiento con rostro humano para incorporar al desarrollo a millones de familias que han estado marginadas. «Un desarrollo verdadero basado en la equidad y la justicia», destacó el mandatario mexicano con voz quebrada por la emoción.
En las calles de la ciudad y especialmente en los alrededores del aeropuerto miles de mexicanos aguardaban para ver pasar al Papa entre cánticos, vistiendo camisetas y gorras amarillas y blancas, colores pontificios.
Del aeropuerto el sucesor de Pedro se dirigió a la nunciatura apostólica, donde pasó la noche. Este jueves concluirá la visita internacional número 97 de su pontificado, que anteriormente le había llevado por Canadá y Guatemala.