Juan Pablo II tras las huellas de Karol Wojtyla

Intensas emociones en la tarde y noche de este domingo

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CRACOVIA, 19 agosto 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II se asomó en la noche de este domingo a la ventana del arzobispado de Cracovia para cantar con centenares de fieles y expresar su deseo de volver a su patria, al final de una jornada cargada de fuertes emociones.

Tras entonar con energía una canción polaca, «Bienvenida, aleluya», no ocultó su tristeza al constatar que era la tercera y última de estas espontáneas apariciones a la ventana de que ha disfrutado en su octava visita oficial a Polonia.

Utilizando una expresión montañera, añadió: «A quien se va, se le dice: «vuelve otra vez». Es lo que deseo y creo que vosotros lo deseáis también».

Tras beatificar en la explanada del parque de Blonie a cuatro polacos en la eucaristía más concurrida de la historia de Europa (casi tres millones de fieles), Karol Wojtyla vivió hoy uno de los momentos más emotivos de su octavo viaje oficial a Polonia, al visitar en la tarde del domingo lugares indeleblemente ligados a su infancia, juventud, y apostolado.

El recorrido comenzó por la catedral de Wawel de Cracovia, construida entre 1320 y 1364 en estilo gótico. En una de sus capillas celebró su primera misa el 2 de noviembre de 1946, un día después de su ordenación sacerdotal.

En profundo silencio, Juan Pablo II oró y leyó el breviario durante más de media hora ante el altar mayor y después recorrió subido en la peana móvil el templo, trayendo a su memoria desde los años de juventud bajo la ocupación nazi hasta los de su ministerio episcopal como arzobispo de Cracovia.

A continuación se dirigió a la iglesia de San Florián, donde fue viceparroco. En un sencillo acto, recordó a los párrocos que trabajaron con él durante aquellos años y besó a numerosos niños que le entregaron ramos de flores, en medio de los aplausos de las miles de personas congregadas a lo largo de las calles.

El momento más emotivo se vivió en el cementerio de Rakowice. Subido en el «papamovil» llegó hasta la tumba donde se encuentran enterrados su padre Karol, su madre Emilia, y su hermano Edmund.

Sin bajarse del vehículo y apoyándose en la ventanilla bajada, el obispo de Roma se recogió en oración durante unos minutos. A continuación, encendió tres velas, una por cada miembro de su familia, que fueron colocadas sobre la tumba, sobre la que se habían colocado ramos de flores.

La madre del Papa falleció cuando él tenía nueve años, su hermano murió dos después y su padre cuando Karol Wojtyla tenía ya 21 años.

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ZENIT Staff

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