ROMA, 20 agosto 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha vuelto a desmentir todos los pronósticos y a demostrar su extraordinario liderazgo en la guía de la Iglesia universal durante su octavo viaje oficial a Polonia, constata uno de los mayores expertos occidentales en asuntos de Polonia.
Luigi Geninazzi, redactor del diario italiano Avvenire, explica: «No será ya «el atleta de Dios», como se le conocía en los primeros años de pontificado, pero el Papa Wojtyla sigue batiendo récords que sorprenden al mundo».
«El domingo pasado, en Cracovia, logró reunir a la muchedumbre más grande de la historia de Polonia, más numerosa que las multitudes que le escuchaban cuando hablaba contra el régimen comunista», añade Geninazzi, que desde el inicio de este pontificado informa sobre Polonia y cubre el pontificado de este Papa.
«Quien se obstina en describir a Juan Pablo II en un melancólico declino, o incluso a punto de anunciar un clamoroso retiro, ha vuelto a ser desmentido», advierte.
«De este viaje del Papa a su tierra natal, lo único que parecía interesante en las vísperas no era su desarrollo sino su epílogo. Lo interesante no eran sus palabras o sus gestos, sino su vejez y enfermedad, hasta llegar a hipótesis increíbles», recuerda.
«Ha sucedido lo increíble, pero al revés –indica–. En estos días, en Cracovia, se ha visto a un Papa que en contacto con su gente y con sus lugares queridos parecía renacer, feliz y conmovido, chispeante, bromeando y desbordante de recuerdos».
«Y los polacos parecían renacer, apretándose en torno a su compatriota más ilustre con cariño y ternura en un clima de fiesta», subraya el periodista.
«Un abrazo, un amor redescubierto, un entusiasmo renovado que, a decir verdad, Polonia no había perdido nunca totalmente, sino que había preferido dejarlo algo de lado, como se hace con aquello que se da por alcanzado», aclara Geninazzi.
«Tras la caída del Muro –informa el experto– los polacos se han encontrado fatalmente persiguiendo los mitos occidentales de la riqueza abordable y de una cierta libertad mágica. Hoy saborean las primeras desilusiones, están confundidos y angustiados, el camino parece en subida y se prenuncia una nueva estación de sacrificios».
«Juan Pablo II ha sabido tocar su corazón –reconoce–. No sólo con los recuerdos del pasado y con la nostalgia de la juventud. Ha pronunciado palabras severas, ha formulado llamamientos exigentes. Ha condenado «la ruidosa propaganda de un liberalismo sin verdad y responsabilidad… La única e infalible filosofía de la libertad es la vedad de la cruz de Cristo».
«Si se sustituye la palabra «liberalismo» por «comunismo» se puede redescubrir el mismo lema que el Papa Wojtyla entonó en su primer viaje a Polonia, en junio de 1979. Es curioso constatar que muchos periódicos polacos, incluso los más laicos, lanzaron este titular en primera página».
«Por su parte, los periódicos occidentales prefirieron subrayar la muchedumbre de los más de dos millones de personas presentes en la misa celebrada por el Papa en el parque Blonie. Ahora bien –estima el experto–, los dos elementos están unidos: el mensaje y el auditorio, la profundidad del primero y la grandeza del segundo».
Según Geninazzi, ha sido quizá la visita más intensa de este Papa a su Polonia: «Ha puesto todo en manos de la misericordia divina».