CIUDAD DEL VATICANO, 22 agosto 2002 (ZENIT.org).-No puede haber paz sin defensa del ambiente, pues la defensa de la Creación es indispensable para el desarrollo integral, afirma uno de los representantes de la Santa Sede que ha preparado la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible.
El obispo Gianpaolo Crepaldi, secretario del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, ha desplegado en meses pasados una gran actividad para sensibilizar sobre la propuesta que presenta la Iglesia en cuestiones ambientales a comunidades católicas y delegaciones nacionales.
La Cumbre, que se celebra del 26 de agosto al 4 de septiembre en Johannesburgo (Sudáfrica) ha sido convocada por las Naciones Unidas para analizar el camino recorrido por el planeta en los últimos diez años, tras la primera Conferencia sobre el argumento celebrada en Río de Janeiro.
«Por una parte, la Santa Sede subraya la relación entre cuestión ambiental y paz: no puede haber paz si no se ofrece una solución a la cuestión ambiental», explica monseñor Crepaldi.
«Por otra parte --añade--, la Santa Sede subraya la relación entre ambiente y desarrollo, sobre todo en referencia a la cuestión de la pobreza: la pobreza hoy en el mundo es el auténtico problema que tiene rasgos dramáticos».
«El mundo actual cuenta con 1.300 millones de personas que viven en extrema pobreza --recuerda el prelado--. El adjetivo "extremo" tiene un significado muy concreto: se refiere a personas que tienen una esperanza de vida inferior a los 40 años, que no gozan de ningún servicio, que no tienen ningún nivel de escolarización. A estos 1.300 millones de personas, hay que añadir 3.000 millones de pobres».
Por eso, explica, «al afrontar las cuestiones ambientales, la Santa Sede en los organismos internacionales tiende sobre todo a salvaguardar dos instancias: la de la paz y la justicia internacional, por un lado; y la promoción de los pueblos menos desarrollados, por otro».
«¿Cómo? --se pregunta--. Esto requiere un replanteamiento del modelo de desarrollo seguido por los países occidentales ricos, que de manera cada vez más evidente es un modelo insostenible».
Por lo que se refiere a la preparación de la Conferencia, Crepaldi explica que «al igual que toda fase preparatoria, también ésta está llena de dificultades, internas y externas al proceso preparatorio».
«Se trata de dificultades debidas a las diferentes posiciones de los Estados y a las fragilidades ya conocidas del sistema de las Naciones Unidas. En materia ambiental, se da un extraordinario consenso al establecer el diagnóstico, pero también un gran disenso sobre lo que hay que hacer, sobre las opciones comunes, y sobre los sacrificios que implican».
La Santa Sede, revela, espera de esta Conferencia «una renovada voluntad de la comunidad internacional para volver a encontrar las sendas de un compromiso común sobre las cuestiones ambientales, tan importantes para el futuro de la humanidad».
Y «se espera que los compromisos asumidos sean seguidos después por los hechos. Por desgracia, si se comparan las determinaciones de muchas de las conferencias organizadas por las Naciones Unidas con los hechos, se constata que los compromisos asumidos casi nunca son aplicados».
Pero «se espera sobre todo que emerja una revisión de los actuales modelos de desarrollo, como pidió Juan Pablo II en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz para el año 2000. Estos modelos son hoy por hoy reconocidos como insostenibles por todos».
«En este punto concreto, la doctrina social de la Iglesia, que a partir de la "Populorum Progressio" de Pablo VI ha elaborado su propia visión del desarrollo --definido sintéticamente como "integral" y "solidario"--, puede ofrecer una contribución decisiva y determinante».
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Aug 22, 2002 00:00