En plena la violencia, la Iglesia de Argelia llama a la «resistencia solidaria»

La posición de monseñor Henri Tessier, arzobispo de Argel

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PARÍS, 23 agosto 2002 (ZENIT.org).- En medio de los ataques de los comandos islámicos, que prácticamente golpean todas las semanas Argelia, monseñor Henri Tessier, arzobispo de Argel, lanza un llamamiento a la «resistencia solidaria».

Los católicos se convirtieron en los primeros objetivos de los comandos extremistas islámicos, entre los que destaca el Grupo Islámico Armado (GIA). El 21 de mayo de 1996 fueron asesinados siete monjes trapistas de Tibhirine y el 1 de agosto de ese mismo año monseñor Pierre Claverie, obispo de Orán.

Desde inicios de este año, la violencia ha provocado unos 960 muertos, de los cuales unos 300 son miembros de los grupos islámicos armados.

En esta situación, el exponente más representativo de la Iglesia en el país, monseñor Tessier acaba de recoger en un libro publicado en Francia sus intervenciones sobre el drama argelino que lleva por título «Cristianos en Argelia» («Chrétiens en Algérie», Desclée de Brouwer).

El prelado pide a los católicos «una resistencia solidaria» junto a los musulmanes humanistas y se opone al diálogo con los islámicos que utilizan la violencia como medio de reivindicación de sus ideas.

«Permaneciendo cada uno en su tradición espiritual recíproca, islam o cristianismo –aclara–, se trata de convertirse en hermanos y hermanas que trabajan juntos por el bien de la sociedad argelina, para atender a los más pobres y desfavorecidos».

«Dar a los islámicos violentos el estatuto de interlocutor es tomar parte contra los musulmanes que resisten, arriesgando su vida», explica Tessier, uniéndose así a las posiciones que defendía monseñor Claverie.

Pero, entonces, ¿qué se puede hacer? El arzobispo de la capital argelina propone «vivir el día a día» junto a los musulmanes, «ir de compras, ir al trabajo todas las mañanas». Es la primera respuesta a la violencia de los fundamentalistas, afirma.

Para darse a entender pone el ejemplo de resistencia no violenta que no cede al chantaje de las amenazas, en 1995, de un pueblo que se negó a aceptar la prohibición del GIA de acudir a una escuela de la localidad.

«Sin duda esta respuesta no es suficiente –añade–. Es necesario que los responsables, a otro nivel, promuevan soluciones políticas, económicas, culturales».

En este sentido, considera que Occidente también tiene sus responsabilidades. «El hecho de que diez o veinte personas sean masacradas en una montaña argelina no constituye una preocupación en Occidente, que sin embargo se inquieta en el momento en que los saudíes comienzan a hacer presión con su petróleo».

Según explica Ayuda a la Iglesia Necesitada, que publica anualmente un informe sobre la libertad religiosa en el mundo, el problema en Argelia comenzó en 1962, cuando con la independencia de Francia el islam se convirtió en religión de Estado.

Desde entonces, muchas iglesias se han transformado en mezquitas, y los cristianos deben abstenerse de manifestar exteriormente su identidad religiosa, si bien es tolerada la importación de la Biblia y de otras obras cristianas.

De los más de 31 millones de habitantes del país, en un 99 por ciento musulmanes sunníes, tan sólo quedan unos 3.000 católicos en el país, según datos del Anuario Estadístico de la Iglesia.

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ZENIT Staff

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