MONTEVIDEO, 27 agosto 2002 (ZENIT.org).- La Feria de la Esperanza, que organizó Cáritas en la capital del Uruguay del 1 al 3 de agosto en los momentos de mayor agitación social, se convirtió en un motivo de solidaridad y estímulo en medio de la crisis económica.
Cuarenta y tres proyectos de economía solidaria de todo el país, en representación de más de 250 existentes, se dieron cita en el vestíbulo de la Comuna para compartir sus experiencias con el público.
Se trataba de iniciativas de desarrollo integral en los campos socio-educativo (desarrollo comunitario, de inserción laboral…), medio ambiente ( horticultura, fruticultura, reciclaje, pesca…), expresiones culturales (tejidos, cerámicas, artesanías…), alimentación (dulces y conservas, productos porcinos…), y de servicios (ahorro y crédito, plantaciones forestales, imprenta, construcción…).
Además de la Cáritas local, participaron en la iniciativa los Departamentos de Laicos, de la Pastoral Social y de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal del Uruguay.
En el acontecimiento se presentó el video denominado «Cruzador de Fronteras» en homenaje al padre Rubén Isidro Alonso, conocido en el país como «padre Cacho», quien entregó su vida a los habitantes de las zonas marginales de Montevideo, los cantegriles. Falleció el 4 de septiembre de 1992.
La Feria, que se desarrolló en serenidad, tuvo lugar mientras en las calles principales de Montevideo se constataba una fuerte presencia policial para prevenir saqueos y robos en las salidas de los cajeros automáticos.
Cáritas celebró así los 40 años de presencia en Uruguay.
«La economía no es sólo cifras, debe tener rostros, debe tener corazón» afirmó el presidente de Cáritas Uruguaya, monseñor Rodolfo Wirz en la apertura de la Feria.
Recordó que Juan Pablo II llama constantemente a globalizar la solidaridad y señaló que la economía de la solidaridad supone otras formas de relación, otra cultura, en la que se pase de ser competitivo a ser competente y fraterno.
«Si la gente es creativa, si se une, es posible vivir», aseguró el prelado.
Por su parte, el director de Cáritas Uruguay, el padre David Hernández, destacó el esfuerzo de los pobres que «día a día con dignidad, arrancan el pan para sus hijos de entre las piedras».
«Felices los que en medio de tanto desaliento podemos decir bienvenida la esperanza –añadió–. Dios está con su pueblo, siempre rompe las cadenas de esclavitud porque Él es el Dios de la libertad… pone alas a nuestros sueños».
En estos tiempos tan difíciles que atraviesa Uruguay «hay que dejar de lado la especulación, los protagonismos y los costos políticos, hay que arriesgar para construir el bien común de todos y para todos», aseveró el padre Hernández.