ROMA, 3 diciembre 2002 (ZENIT.org).- ¿Qué es lo que cambia para las religiones después del Congreso del Partido Comunista Chino celebrado del XX ? ¿Habrá más libertad o represión?
Zenit ha presentado estas preguntas al padre Bernardo Cervellera, hasta hace unos meses director de la agencia vaticana Fides, misionero del Pontificio Instituto Misiones Extranjeras, quien ha trabajado durante muchos años Hong Kong.
Cervellera constata que en ciertos sectores de la sociedad china, las personas que se plantean interrogantes profundos, ven cada vez con más interés al cristianismo y, sin duda, de esto depende y dependerá la respuesta del régimen comunista, pues el Partido está haciendo todo lo posible para reclutarles en sus filas.
En las páginas del diario italiano «Avvenire», el padre Cervellera escribía el pasado 15 de noviembre que «el XVI Congreso del Partido Comunista Chino (PCC) –clausurado el día anterior– pasará a la historia por haber abierto a los ricos las puertas del liderazgo. La teoría de las «tres representaciones» de Jiang Zemin, presidente de la República Popular China, aceptada por el Congreso, exige ahora que el PCC sea «representante de las fuerzas más productivas» del país, es decir, de los empresarios y profesionistas».
Los ricos, los que tienen dinero, dijo Jiang en su larguísimo discurso ante el Congreso, no deben ser vistos como opositores de la clase obrera.
«En este contexto –reconoce Cervellera–, esperábamos que el Congreso dijera algo sobre las religiones: en este viento de cambios, se le podría escapar alguna afirmación sobre la libertad religiosa. Sin embargo, nada. En las 60 páginas del discurso de Jiang Zemin y entre los temas del Congreso no se logra encontrar nada, a parte del refuerzo de la economía y del Partido».
Lo único que se puede individuar, añade, es «una frase en la que el gobierno se propone dar «igual importancia a la civilización material y espiritual»». Ahora bien, el misionero y periodista aclara: «Todo esto se mantiene en la tradición».
Este desinterés del Congreso contrasta con el interés real que se da en la sociedad y en el mismo Partido Comunista por la religión, confirma.
«El pasado mes de diciembre, en Shenzhen, Pan Yue, subdirector de la Oficina estatal para las Reformas Estructurales, pedía con energía que el Partido abandonara la visión marxista de la religión como «opio del pueblo». Y subrayaba que el interés religioso es «filosófico y no político», por lo que debería quedar fuera del control capilar del Partido».
«En el mismo período –recuerda–, Jiang Zemin sugería que no sólo los capitalistas, sino también los creyentes podían convertirse en miembros del Partido. En su intervención en un congreso sobre las religiones, confesaba que «las religiones existirán en el socialismo [todavía] durante mucho tiempo». Y, tras recordar los principios ateos del Partido, añadía: «Pedir a las religiones que se adapten al socialismo no significa que pidamos al personal religioso y a los creyentes que abandonen su fe»».
Y sin embargo, en el Congreso no ha salido nada de toda esta discusión que causó impacto entre los medios de comunicación de China, añade el misionero.
«De este modo –aclara–, la misma teoría de las representaciones corre el riesgo de convertirse en falsa. Por una parte, afirma que el Partido, además de ser voz de los ricos, debe ser voz de «las fuerzas culturales más vivas y de los intereses de la mayoría de la población china». Por otra parte, sin embargo, la religión es precisamente uno de éstos».
«Según datos oficiales, en China hay 100 millones de creyentes –revela Cervellera–. En realidad son muchos más. Algunos estudios dicen que más del 60% de los chinos tiene algún tipo de devoción o fe. Pero mientras los empresarios tienen mano libre para invertir, producir, despedir obreros, comprar…; las religiones, incluso las oficiales, sufren de un control severo. La persecución religiosa, con arrestos y condenas, golpea a algunos miles de fieles clandestinos, pero humilla a centenares de millones de fieles, obligados a constatar que el Partido-Estado es enemigo de su fe».
«Una palabra clara del Congreso sobre la libertad religiosa era necesaria. pero ahora el Partido confía sólo en el dios-economía, en la «civilización material» –reconoce el ex director de Fides. Y, sin embargo, la libertad religiosa sería conveniente incluso para la misma economía: suscitaría simpatía en el extranjero, creatividad y solidaridad en el interior, convirtiéndose en fuente de moralidad para una sociedad caracterizada por un elevado índice de suicidios y por un elevadísimo índice de corrupción».
Al preguntarle Zenit por la situación particular que atraviesan los católicos, el padre Cervellera responde: «en estos momentos la persecución no afecta sólo a la Iglesia subterránea, sino que tiene lugar también en la Iglesia oficial, pues los obispos, sacerdotes y fieles están cada vez más controlados».
«Aumentan las sesiones políticas para enseñar la política religiosa del Partido –sigue denunciando–, y cada vez son más frecuentes las visitas de la Oficina para los Asuntos Religiosos a los seminarios, obispos, asambleas católicas. El Partido quiere dar a entender que tiene todo bajo control».
«El hecho más importante es que a partir de la canonización de los mártires chinos (1 de octubre de 2000) cada vez es más evidente que la Iglesia oficial y la Iglesia subterránea son una misma cosa. El régimen está preocupado porque la Iglesia patriótica y la Iglesia subterránea colaboran en diferentes zonas de China».
«Hay que tener en cuenta que hay un interés enorme por la fe católica por parte de los jóvenes, de los intelectuales y de los profesionistas. Se trata precisamente de esos profesionistas, esos emprendedores, que el Partido está tratando de absorber en la estructura de poder del Partido Comunista».
«Estas personas están buscando el sentido de la vida. Se preguntan: «¿Qué sentido tiene la riqueza que tenemos? ¿Qué sentido tiene todo el trabajo espasmódico al que estamos sometidos? Y se plantean preguntas sobre la fe», reconoce el misionero.
«Se preguntan cuál es el fundamento de la sociedad, con ideologías acabadas y un capitalismo salvaje que trae divisiones en las familias y falta de valores en los jóvenes –sigue constando–. En este contexto, la iglesia católica está creciendo».
«Hay un verdadero «boom» de conversiones al catolicismo –revela–. Nosotros calculamos que se dan 100.000 nuevos bautismos al año. Durante los últimos 52 años de dominio comunista, los fieles católicos se han cuadruplicado, pasando de tres millones en 1949 a los 12 millones de hoy».
Por eso, Cervellera concluye su entrevista con un llamamiento: «China es un país que los misioneros y la Iglesia del mundo tienen que tener en sus proyectos y oraciones: no hay que olvidar que hay sacerdotes y obispos que, o están en prisión o en campos de concentración, o no pueden realizar su actividad».