Religiosos y nuevos movimientos llamados a responder a la deshumanización

Los superiores generales de religiosos se encuentran con nuevas comunidades

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ROMA, 4 diciembre 2002 (ZENIT.org).- Los representantes de 200.000 religiosos de todo el mundo han compartido la experiencia de los nuevos movimientos eclesiales y han afirmado la importante función de los movimientos para revitalizar la vida consagrada. Se abren ahora proyectos de labor en común.

La 61ª asamblea semestral de la Asamblea de la Unión de Superiores Generales (USG), sobre el tema «Laicos y religiosos juntos ante los retos del tercer milenio», ha reunido aproximadamente a 140 superiores de órdenes y congregaciones religiosas y cincuenta representantes de diversos movimientos y asociaciones eclesiales.

Es la conclusión a la que ha llegado de la Asamblea de la USG –organismo que reúne a las familias masculinas de la vida consagrada–, celebrada la semana pasada en Roma: abrir un camino de intercambio fecundo entre antiguos y nuevos carismas de la Iglesia.

Participaron en el encuentro representantes de 14 movimientos y asociaciones: Institución Teresiana, Acción Católica, Communité de Beatitudes, Comunité Chemin Neuf, Comunión y Liberación, San Egidio, L’Arche, Le Verbe de Vie, Movimiento Schoenstatt, Focolares, Movimiento Salesiano, Orden Franciscana Secular, Renacimiento Cristiano y Renovación en el Espíritu.

Cinco son los temas en los que se contempla convergencia y posibilidad de una labor compartida entre la vida religiosa y los movimientos eclesiales: lucha contra la pobreza, empeño contra la guerra, espiritualidad, diálogo interreligioso y anuncio.

Así se puso de manifiesto al concluir la Asamblea, de acuerdo con la síntesis presentada en una conferencia de prensa por el padre Arnáiz y Gianni La Bella –en representación de San Egidio y de los otros movimientos presentes en la asamblea–.

«La relación entre los movimientos y la vida religiosa –dijo el padre Arnáiz — está en una fase nueva en la que no se discute sobre las respectivas identidades, sino que se colabora de una manera madura».

Significativamente, al abrir los trabajos de la asamblea el 27 de noviembre, el presidente de la USG, el hermano Álvaro Rodríguez, subrayó la necesidad de «unir nuestros carismas para responder con creatividad a las nuevas formas de deshumanización».

«Hace diez o quince años –explicó el padre Arnáiz — tal vez se podía pensar que era inminente una sustitución de los religiosos por los movimientos. Hoy, en cambio, se va hacia la complementariedad».

«Además, en la Iglesia, cuando aparece algo nuevo no sustituye lo anterior –continuó–, sino que más bien se pone en marcha una fase de transformación. En este momento los movimientos cumplen una función importante para la revitalización de la vida religiosa».

«El hecho de que los religiosos y los laicos se unan –observó Gianni La Bella– es mejor para responder a desafíos que son demasiado amplios para las congregaciones religiosas y los movimientos por separado. Afrontar juntos los desafíos de la misión cristiana es un modo de hacerse a la mar. Todos sentimos la necesidad de salir de una mentalidad autorreferenciada».

Gianni La Bella, de San Egidio, añadió que «la realidad de los movimientos es sumamente variada, tal vez más que la vida consagrada» y, por lo tanto, hay que «hacer más cosas» juntos en determinadas esferas de acción. En particular, frente a la problemática de la pobreza y de la guerra.

Es el camino de una comunión que va más allá de las acciones individuales. Así lo recordó en la Asamblea Valeria Ronchetti, representando al movimiento de los Focolares: «Hacerse uno con el otro –explicó resumiendo el carisma que acerca entre sí a movimientos y órdenes religiosas–, sufrir con quien sufre, gozar con quien goza. Es el camino indicado por San Pablo: ser todo para todos».

«Ya es mucho encontrarse –constató el padre Arnáiz –, y para que las relaciones se consoliden hace falta tiempo, trabajar juntos y tener momentos en común».

Entre los proyectos que se están estudiando, citó el caso de Sierra Leona, un país en el que los religiosos están empeñados en fomentar el diálogo y la búsqueda de una salida de la guerra civil, y donde las congregaciones han pedido una ayuda a San Egidio, dada la experiencia adquirida por la comunidad romana en las zonas de conflicto.

La esfera de acción más importante en este momento es la de la paz. El padre Arnáiz admitió que en el ámbito de los religiosos «todos están a favor de la paz», pero «no todos contra la guerra ni, quizás, contra la guerra en Irak. La posición de la USG es que deben ser las Naciones Unidas las que decidan» y no otros.

«Nos espera una gran labor en la Iglesia –señaló el padre Arnáiz — para poder realizar los cinco desafíos que hemos constatado y sobre los cuales es necesario crear un consenso muy amplio. Considero sumamente importante que entre estos desafíos esté el compromiso de luchar juntos contra la guerra y la pobreza».

Se asiste en el mundo a una creciente «condescendencia con la guerra, mientras que el Papa es uno de los pocos líderes que despliega todo tipo de esfuerzos por contrarrestarla siempre», afirmó Gianni La Bella

«No existen otros caminos posibles distintos del de la paz –añadió– porque aceptar la guerra implicaría encaminarse hacia la autodestrucción» y construir «una nueva cortina de hierro» entre cristianos y musulmanes destinada a dividir el planeta.

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ZENIT Staff

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