MADRID, 15 diciembre 2002 (ZENIT.org).- «El desafío más importante que tiene el mundo tras el 11 de septiembre de 2001 consiste en descubrir y vivir la fraternidad universal», asegura Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, en esta entrevista concedida a la última edición del semanario «Alfa y Omega» durante su primera visita oficial realizada a España.
Lubich (Trento, 1920) habla con la experiencia de vida que viene realizando desde que, en plena segunda guerra mundial, bajo los bombardeos de Trento, se embarcara en la aventura de transformar el mundo con el amor de Cristo, y superar el mayor escándalo de la historia del cristianismo y de la Humanidad: la división. Hoy siguen esta aventura, en el Movimiento de los Focolares, 141.280 miembros y 2.237.000 adherentes y simpatizantes, en 182 países.
–El pasado 29 de noviembre intervino ante el Parlamento catalán con un discurso sobre La fraternidad como categoría política. ¿Qué idea fundamental quiso dejar a su auditorio?
–Chiara Lubich: La idea que he querido dejar es la de la fraternidad universal. Nos encontramos en un período que puede definirse como el de después del 11 de septiembre. Si analizamos este fenómeno, nos damos cuenta de que tiene numerosas causas, pero hay una que es fundamental: el desequilibrio entre países pobres y ricos. Ahí está precisamente el desafío. Hace falta que hagamos algo. No basta la diplomacia, la acción política. Este problema no se resolverá con la guerra. Para solucionarlo hay que descubrir la solidaridad universal, reconocernos como hermanos. En realidad, esto no es nada nuevo. Muchos grandes espíritus de la Historia ya lo habían proclamado. Pienso, por ejemplo, en Mahatma Gandhi, en Martin Luther King, en el Dalai Lama… Pero fue sobre todo Jesús quien nos dejó el mensaje de la familia humana, pues vino a decirnos que todos tenemos un solo Padre. Un Padre que nos ama a todos y a cada uno, sin distinción alguna.
Al intervenir en el Parlamento Catalán quise subrayar que es necesario, por tanto, descubrir esta fraternidad universal como categoría política. Ésta es la revolución del amor que necesita ahora el mundo. Ésta es una idea que debe descubrir toda persona comprometida en la vida pública en estos momentos. En el compromiso político, es necesario que, ante todo, los políticos amen y se amen. Esta dimensión está por encima de su posición como miembros de un partido. Expliqué en mi intervención que el Movimiento de la Unidad, expresión política del Movimiento de los Focolares, no es una realidad política de partido. En realidad, lo que buscamos es enseñar un modo nuevo de hacer política. Queremos mostrar los caminos del compromiso político presentados por esta visión de la fraternidad universal de la que hablaba.
–Estos días usted también habló sobre Europa unida para un mundo unido. ¿Cuál es, según usted, la contribución que pueden ofrecer los creyentes en esta Europa, particularmente los españoles?
–Chiara Lubich: Mire, yo tengo esperanza en todas las iniciativas, pero sobre todo en aquellas que vienen de Dios. Dios ha suscitado en los últimos tiempos estos movimientos carismáticos (pues tienen un carisma propio) en la Iglesia, y la gran mayoría de ellos han surgido en Europa. Este fenómeno de nuevos movimientos se ha dado también incluso fuera de la Iglesia católica, entre comunidades cristianas. Estos movimientos están llamados a demostrar esta dimensión de la fraternidad, de la unidad, primero entre ellos; y después, transformando, con el amor, con su testimonio y compromiso, la realidad en Europa y en España.
–Se ha encontrado con obispos españoles, y también con los seminaristas de las diócesis madrileñas. ¿Cuál es la contribución que ofrecen estos nuevos movimientos y carismas, de los que hablaba, a la nueva evangelización?
–Chiara Lubich: He estudiado todas las intervenciones de Juan Pablo II sobre la nueva evangelización a partir de 1983, y me he dado cuenta de que los diferentes elementos de esta propuesta están presentes en los nuevos movimientos. Los nuevos movimientos han sido elegidos por Dios para esto. Lo he visto en el Movimiento de los Focolares y lo he podido ver en otras expresiones eclesiales, como el Opus Dei, el Camino Neocatecumenal, etc. Buscan llevar la palabra del Evangelio, presentar a Cristo con sus vidas, en las diferentes esferas de la vida, con su propio testimonio. Tratan de presentar el amor de Cristo en nuestra sociedad actual, incluidos los medios de comunicación. Con su vida y carisma, constituyen una contribución a la nueva evangelización.
–¿Y cuál es la contribución específica propia que ofrece el Movimiento de los Focolares?
–Chiara Lubich: Nosotros buscamos abrir el diálogo 360 grados, con todos los hombres. Y lo hacemos promoviendo cuatro diálogos. En primer lugar, está el diálogo con el mundo católico: con los diferentes carismas, con las diferentes realidades de la Iglesia, con las diferentes sensibilidades; en definitiva, con todo lo que es católico. El 28 de noviembre estuve en el monasterio de Montserrat, y los padres estaban entusiastas, fue una estupenda experiencia de diálogo. El segundo diálogo es el de la unidad entre las diferentes Iglesias y comunidades cristianas. Estuve recientemente en el Consejo Mundial de las Iglesias y visité la catedral de Ginebra, conocida como alcázar del calvinismo. Con estos encuentros, buscamos la unidad, pues la división es un escándalo. En tercer lugar, promovemos el diálogo entre los creyentes de las diferentes religiones. Para ello, tenemos como sistema el mensaje que dejó Juan Pablo II en el encuentro con los líderes religiosos que organizó en Asís. Se trata de la regla de oro que se encuentra en todas las religiones y en todos los libros sagrados: «No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan». Se encuentra en el Evangelio, pero la pueden descubrir los creyentes de las religiones en su propio credo. Nosotros la proponemos en positivo. Les decimos a todo creyente: «Vete a tu libro sagrado, y verás que esta regla está escrita en él». Por ultimo, el cuarto diálogo lo entablamos con aquellos que no tienen la fe como punto de referencia para sus vidas. Estas personas, sin embargo, tienen escrita en el alma la necesidad del amor. Y esta necesidad constituye una base para el diálogo y para la entrega. El amor es la base del diálogo.
–Estos encuentros que ha tenido en España con obispos, con seminaristas, presentan la cuestión de la relación entre la dimensión institucional de la Iglesia, jerárquica, y la dimensión carismática. ¿Cómo se puede lograr una relación armoniosa entre estas dos dimensiones?
–Chiara Lubich: En este sentido, hay que hacer una distinción. Depende de dónde uno esté. Por ejemplo, si soy un sacerdote u obispo, tendré que estar en relación de unidad con la Iglesia carismática. Esto quiere decir que debo discernir estas realidades (algo que corresponde a los obispos), pero no puedo dejar que se apague el Espíritu que vive en ellas, del que nacen. Para eso tengo que amar estas realidades, para poder comprenderlas de verdad como son. Lo mismo sucede para quien vive de manera particular la dimensión carismática de la Iglesia. Tiene que reconocer el servicio que ofrecen los obispos. El obispo dice si eres de Dios o si no eres de Dios. Por tanto, la clave de la relación entre estas dos dimensiones está en una palabra: amor, amor, amor. Es el amor la clave para armonizar esta relación.
Por «Alfa y Omega».