CIUDAD DEL VATICANO, 17 febrero 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha alentado el compromiso de la Iglesia católica en la promoción de la paz en Liberia, Gambia y Sierra Leona, favoreciendo en particular la ayuda caritativa, el auténtico diálogo interreligioso, y la familia.
El pontífice hizo su propuesta al reunirse este sábado con los obispos de los tres países africanos que en esta década han sido devastados por la violencia y la guerra.
«Os invito, mis queridos hermanos obispos, a trabajar incansablemente por la reconciliación», dijo el Papa en su discurso.
Asimismo, les propuso ser testigos auténticos de unidad mediante gestos de solidaridad y apoyar a las víctimas de décadas de violencia.
«La Iglesia –continuó–, que tanto ha sufrido durante estos conflictos, debe mantener una posición firme para proteger a aquellos que no tienen voz».
Consciente de la trágica situación de millones de refugiados y desplazados, el Papa encomendó especialmente a los obispos y a sus Iglesias locales –a pesar de sus limitados recursos– llegar a todas estas personas, recordando que «nuestro Señor y su familia también fueron refugiados».
Dirigiendo, también, la atención sobre las relaciones entre las comunidades cristianas, las religiones tradicionales y el Islam, el Santo Padre indicó a los obispos la necesidad de fomentar «una actitud de mutuo respeto que sepa evitar la indiferencia religiosa y el fundamentalismo militante».
La familia, como elemento fundamental de la cultura africana y «fuente de esperanza y estabilidad», ocupó un puesto central en el mensaje del Papa.
Sin embargo, recalcó la amenaza que en estos países de África representa para la familia –«genuino evangelio de vida y esperanza para la humanidad»– la difusión de la poligamia, el divorcio, el aborto, la prostitución, el tráfico de personas y la mentalidad anticonceptiva.
«Estos mismos factores –continuó– contribuyen a la actividad sexual irresponsable e inmoral que conduce a la expansión del Sida, una pandemia que no puede ser ignorada» y que no sólo destruye innumerables vidas, sino que además pone en peligro la estabilidad social y económica del continente africano.