CIUDAD DEL VATICANO, 21 febrero 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha llamado a la Iglesia a ser más contemplativa, más santa y, por tanto, más misionera, poniendo en el origen de su labor la oración ferviente, particularmente en este año del Santo Rosario.
En su mensaje con ocasión de la próxima la Jornada Misionera Mundial 2003, difundido este viernes, el Papa quiso subrayar que sólo en un clima de oración es posible recibir el Espíritu Santo y convertirse en testigos de Cristo.
Este año, la Jornada Misionera Mundial se celebrará el próximo 19 de octubre y coincidirá con el 25º aniversario del Pontificado del Santo Padre, con la beatificación de la beatificación de la Madre Teresa de Calcuta y con la clausura del Año del Rosario.
El mensaje del Santo Padre se difundía tradicionalmente en Pentecostés. Sin embargo, desde este año, se ha adelantado su publicación para que las diócesis de todo el mundo puedan estudiarlo e integrarlo en la pastoral de cada una.
En el texto, Juan Pablo II expresó la urgencia de preparar evangelizadores «competentes y santos» y la necesidad de que «no decaiga el fervor en los apóstoles, especialmente para la misión “ad gentes”».
En este sentido, si el Rosario se redescubre y valora plenamente, «presta una ayuda espiritual y pedagógica ordinaria y fecunda para formar al pueblo de Dios a trabajar en el vasto campo de la acción apostólica», afirmó.
Según indicó el Papa, el Año del Rosario debe constituir una ocasión para que los creyentes profundicen en el sentido de la vocación cristiana.
Juan Pablo II recordó que «todos los creyentes están llamados, por el bautismo a la santidad», y que santidad y misión son aspectos inseparables de todo bautizado.
«En la escuela de la Virgen –sugirió– (…) toda comunidad podrá cultivar mejor su dimensión “contemplativa” y “misionera”».
En efecto, el Rosario encamina a la contemplación del rostro de Cristo, y ello lleva «a un conocimiento profundo y comprometedor de su misterio».
Además, contemplando a María, «modelo insuperable», y siguiendo su ejemplo, podremos reaccionar «ante los grandes problemas, ante el dolor inocente y ante las injusticias perpetradas con arrogante insolencia».
La Jornada Misionera Mundial se celebrará en un contexto en que la Iglesia tiene más posibilidades que nunca de anunciar a Jesús «gracias al desarrollo de los medios de comunicación», como constató Juan Pablo II.
Es un esfuerzo difícil en el que la Iglesia se sabe sostenida por María, bajo cuya mirada la comunidad eclesial «crece como una familia renovada por la fuerte efusión del Espíritu y, dispuesta a aceptar los desafíos de la nueva evangelización, contempla el rostro misericordioso de Jesús en los hermanos (…)».
«En particular –continuó el Papa–, la Iglesia no teme proclamar ante el mundo que Cristo es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6)».
Finalmente, Juan Pablo II hizo un llamamiento a intensificar el rezo del santo Rosario de forma individual y comunitaria pidiendo especialmente el don de la paz.
«Quien interioriza el misterio de Cristo –y el Rosario tiende precisamente a eso– aprende el secreto de la paz y hace de él un proyecto de vida», concluyó.