ROMA, 10 marzo 2003 (ZENIT.org–Avvenire).- ¿Está experimentando la ciencia la tentación del delirio de omnipotencia que lleva a manipular al hombre?
A esta pregunta respondieron el pasado viernes un escritor, un científico, un político, y un cardenal en un encuentro convocado por el Instituto alemán Goethe de Roma con el tema: «La humanidad ante las promesas de la biotecnología».
El escritor alemán Hans Magnus Enzensberger respondió a la pregunta acusando a los científicos de querer tomar el puesto de las ideologías fracasadas (la utopía marxista) o contestadas (el capitalismo de la globalización).
Al prometer que pronto la ciencia podrá ofrecer al hombre y a la mujer una vida mucho más larga, casi inmortal, añadió el escritor, parecería que quiere sustituirse a la misma religión.
El genetista italiano Edoardo Boncinelli, director de la Escuela Internacional de Estudios Avanzados de Trieste, replicó: «Hasta ahora hemos hecho cosas buenas y útiles. El momento crítico llegará dentro de diez o veinte años, cuando se podrá clonar y después programar al ser humano, dándole carácteres especiales».
«No se hagan ilusiones –advirtió– ese momento llegará. Entonces habrá que decidir si es lícito o no llegar a ese punto».
El cardenal Karl Lehmann, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, y obispo de Maguncia, respondió con una pregunta: «¿Qué precio tenemos que pagar por un progreso que no siempre está al servicio del hombre?».
Por este motivo, Giuliano Amato, vicepresidente de la Convención europea que está redactando la futura Constitución europea, aclara: «No se puede dejar que sólo sea el científico quien decida».
Enzensberger constató que los científicos han llegado a lanzar desafíos al poder político: «En Alemania, dicen: se no nos dejáis llevar adelante estas investigaciones, nos iremos a Asia, y perderéis puestos de trabajo».
Boncinelli reconoció que se trata de responsabilidades que en el futuro tendrán que asumir los científicos.
El cardenal Lehmann, por su parte, constató que, por ejemplo, la cuestión de los embriones no es un problema futuro, sino muy actual: «Desde su concepción el embrión tiene las características del ser humano, participa en el control de su propio desarrollo, y lo realiza junto al organismo de su madre. Por tanto, merece ser protegido ahora; no sólo mañana».
«No está permitido matar en nombre del progreso», recordó el purpurado, sobre todo si se tiene en cuenta que las células troncales pueden extraerse también del cordón umbilical evitando la eliminación de una vida humana en sus orígenes.
Amato, exponente del socialismo italiano, planteó una pregunta que puede servir de ayuda: «¿Qué es lo que les sucederá a los demás como consecuencia de lo que yo estoy haciendo?». Ningún científico, añadió, puede provocar sobre los demás efectos que le son desconocidos, y no es lícito programar el destino del hombre, nacido libre.