QUEBEC, 12 marzo 2003 (ZENIT.org).- Publicamos el documento final de la reunión de Obispos de América que se celebró en Quebec (Canadá) del 16 al 19 de febrero de 2003, hecho público este miércoles por la página web del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)


REUNIÓN DE OBISPOS DE AMERICA
16-19 Febrero 2003

Quebec, QC CANADA

COMUNICADO FINAL



Una vez más, los Obispos Católicos de América, en nuestra Reunión anual hemos examinado la ruptura trágica que se experimenta aquí en las Américas entre el Evangelio y la cultura; lo hicimos en el contexto del impacto que la globalización está teniendo en nuestras culturas locales.

Animados por el mandato de Jesús de «remar mar adentro», y fortalecidos por la frecuente recomendación de «no temer», como constantemente nos exhorta el Santo Padre, Juan Pablo II, compartimos nuestros proyectos y las diferentes estrategias para lograr nuestra misión de cara a la actual globalización. Estudiamos y analizamos las oportunidades y obstáculos que la globalización presenta a la proclamación del Evangelio en nuestras diversas culturas de América.

Las preocupaciones de nuestros fieles estuvieron siempre presentes en nuestras mentes y fueron ellas las que marcaron y dictaron nuestras deliberaciones. Tales preocupaciones confirmaron el hecho de que la globalización es una realidad tanto dentro de nuestra Iglesia como en las diferentes culturas de América. También pudimos compartir los distintos modos como la globalización es percibida desde nuestras tres organizaciones: el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM ), la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) y la Conferencia de Obispos Católicos de Canadá (CCCB).

Reconocemos que la globalización brinda tanto oportunidades como peligros, ofreciendo beneficios a algunos y amenazas y peligros a otros, y por eso puede y de hecho crea inequidades e injusticias inaceptables.

1. La Juventud de hoy refleja estas «luces y sombras» de la globalización. La juventud nos reta cada vez a ir mas allá de una visión fragmentada de la vida. La experiencia de interdependencia (interconexión) revela el hambre y sed de paz, de justicia y de compasión, así como la búsqueda de sentido más profundo de la vida. Esta experiencia, reconocemos, es frágil y se fragua en mucha soledad y es muy vulnerable.

2. También reconocemos que los medios electrónicos son uno de los vehículos claves para la comunicación social de hoy día, así como una de las fuerzas que están detrás de la globalización. Los medios pueden servir positivamente para promover la educación y la enseñanza pero también pueden impactar negativamente en relación a los valores de la familia y de la sociedad en las Américas. Los jóvenes y los inocentes son particularmente vulnerables a la influencia negativa de los medios. Muchos de los jóvenes desean y esperan que la paz prevalezca en el mundo de hoy; los medios han contribuido recientemente a crear una mayor conciencia globalizada de esta hambre por justicia y paz.

3. Quienes están siendo marginados y excluidos como consecuencia de la globalización estuvieron en el centro de nuestras preocupaciones y discusiones; así mismo algunas de las políticas injustas operantes en el proceso de la globalización. Los beneficios reconocidos a favor de algunos de los segmentos de nuestra sociedad deben ser sopesados contra las inigualdades e injusticias que la globalización crea en muchos. Dentro de las causas que actualmente empobrecen y marginan algunos sectores de nuestra sociedad, hemos de tener cuidado de distinguir los factores que se derivan directamente de la globalización de los que son resultado de situaciones locales.

En vista de lo anterior, nosotros, los Obispos Católicos de las Américas, nos comprometemos y queremos responsabilizarnos de las siguientes estrategias pastorales:

• Conducir un vigoroso y profundo análisis crítico de la globalización para comprender y a la vez educar a los fieles sobre los beneficios y las consecuencias negativas de la Globalización;
• Recordar y reclamar nuestro patrimonio espiritual, con su rica tradición mística y expresiones del pasado, para que los jóvenes de hoy que tienen hambre y ansían esto, puedan convertirse en los nuevos evangelizadores de nuestra sociedad contemporánea;
• Enfatizar, por encima de todo, el rostro compasivo de Jesucristo, demostrado en el Buen Samaritano, para contrarrestar el cruel, impersonal y a veces inmisericordioso avance de la globalización;
• En diálogo con los inversionistas, líderes corporativos y políticos, hacer todo lo posible por incorporar en el proceso de globalización mucha más inclusión y participación, y una mayor atención por el bien común;
• Reconocer y promover el carácter sagrado, que es inherente y está en lo más íntimo, de toda cultura, para así poder inculturar la fe a un nivel más profundo en nuestras varias culturas Americanas;
• Celebrar la piedad popular de los fieles que emana de un genuino encuentro con el Evangelio y se sigue afirmando en tantos modos diversos;
• Fomentar una sensibilidad pastoral entre los líderes laicos emergentes en la Iglesia de hoy para que ellos, que están cada vez más implicados en el proceso de la globalización, puedan humanizar y evangelizar mejor este mismo proceso;
• Y, sumado a lo anterior, renovar y ofrecer nuestra solidaridad con el Papa Juan Pablo II y la multitud de personas en los cinco continentes que claman por la Paz en la Tierra Santa y en el Oriente Medio.


Ciudad de Québec, 18 de Febrero 2003