El Papa exige respetar el derecho internacional humanitario en la guerra

Ésta no es recurso para resolver las contiendas, asegura

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CIUDAD DEL VATICANO, 25 marzo 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha repudiado el recurso a la guerra como medio para resolver las contiendas –a excepción de la legítima defensa– y ha exigido el respeto del derecho humanitario en los conflictos armados.

«Precisamente cuando las armas se desencadenan, se hace imperativa la exigencia de reglas orientadas a hacer menos inhumanas las operaciones bélicas», afirma el pontífice en un mensaje enviado a un curso de capellanes militares organizado entre el martes y el miércoles en Roma por la Santa Sede.

Las palabras del Santo Padre han cobrado candente actualidad con la evolución de los acontecimientos ligados a la operaciones militares anglo-estadounidense en Irak.

Sin embargo, el Curso de formación en el derecho humanitario, organizado conjuntamente por la Congregación para los Obispos y por el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, con la participación de 41 capellanes de todo el mundo, viene preparándose desde 1999, en conformidad con el compromiso asumido por la Santa Sede durante la XXVII Conferencia internacional de la Cruz Roja y de la Medialuna Roja (1999).

En su mensaje, el Papa considera que los principios que hoy día conforman el derecho internacional humanitario han podido «desarrollarse gracias también a la maduración de los principios connaturales al menaje cristiano», gracias a la visión de la dignidad de la persona humana fraguada por éste.

Estos principios enseñan, aclaró, que «incluso en medio de los combates más duros, es siempre posible –y por tanto es un deber– respetar la dignidad del adversario militar, la dignidad de las víctimas civiles, la dignidad indeleble de todo ser humano involucrando en los enfrentamientos armados».

«De este modo, además –añadió, definiendo el derecho humanitario no sólo como «un código jurídico, sino ante todo un código ético»–, se favorece esa reconciliación necesaria para el restablecimiento de la paz después del conflicto».

Tras mencionar la «hora difícil de la historia, cuando el mundo se encuentra una vez más escuchando el fragor de las armas», el pontífice reconoció que «el recuerdo de las víctimas, de las destrucciones y de los sufrimientos provocados por los conflictos armados origina siempre una gran preocupación y un gran dolor».

«Tendría que quedar claro a todos –aseguró– que la guerra como instrumento de resolución de las contiendas entre los Estados ha sido repudiada, antes incluso que por la Carta de las Naciones Unidas, por la conciencia de gran parte de la humanidad, a excepción de la licitud de la defensa contra un agresor».

«El vasto movimiento contemporáneo a favor de la paz –que según la enseñanza del Concilio Vaticano II, no se reduce a una «simple ausencia de guerra» («Gaudium et spes», 78)– traduce esta convicción de hombres de todos los continentes y de todas las culturas», añadió.

«En este contexto, el esfuerzo de las diferentes religiones para apoyar la búsqueda de la paz es motivo de consuelo y esperanza», consideró.

«En nuestra perspectiva de fe –insistió–, la paz, si bien es fruto de acuerdos políticos y de entendimientos entre individuos y pueblos, es un don de Dios, que debe ser invocado insistentemente con la oración y la penitencia. ¡Sin la conversión del corazón no hay paz! ¡Sólo se llega a la paz a través del amor!

«Ahora se pide a todos el compromiso de trabajar y rezar para que las guerras desaparezcan del horizonte de la humanidad», concluyó.

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ZENIT Staff

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