El que fuera Premio Nacional de Pintura en 1959 quiere que «el arte religioso sea un reflejo del alma, presentar la Buena Noticia de Cristo; anunciar el kerygma». «Estos frescos quieren representar una nueva estética que evangelice a los hombres y mujeres de hoy con un lenguaje artístico que pueden entender», dice Argüello.
Junto a otros 18 pintores, se ha encerrado durante varios días en la parroquia, y al más puro estilo ortodoxo, han pintando orando, como suelen hacer los artistas ortodoxos cuando se disponen a pintar iconos e imágenes religiosas.
«Nos levantamos a las seis de la mañana, rezamos Laudes, ayunamos y pintamos orando durante todo el día. Estamos en un clima casi monástico. Queremos recoger la tradición oriental», subraya Kiko. Tanto es así que han pedido al cardenal-arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, su bendición para acometer este monumental trabajo artístico, tal y como se suele proceder en la Iglesia ortodoxa.
Argüello quiere crear un modelo de «iglesia celeste», «un arte religioso que represente una unión entre Oriente y Occidente en sus raíces cristianas». «Me gustaría que a través de nuestro arte, de nuestras imágenes religiosas dice Kiko Argüello la gente pudiera descubrir a Jesucristo».
El iniciador del Camino Neocatecumenal ha planteado el diseño de la parroquia de Santa Catalina de Laboure y la disposición de los frescos en forma octogonal, adecuándose a las disposiciones litúrgicas plasmadas en el Concilio Vaticano II. De esta forma, el altar está situado de cara a la asamblea de fieles, y los frescos representan una «corona» en donde se representan las escenas de la Pascua.
Argüello se ha inspirado en la Iglesia ortodoxa para recuperar la tradición de los iconostasios. En esta parroquia de Carabanchel se puede observar con todo su esplendor un inmenso pantocrátor, acompañado por pinturas de la Virgen y de los arcángeles.
