MADRID, 4 mayo 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II lanzó este domingo un llamamiento a los católicos españoles para que sean fieles a la rica herencia espiritual que han recibido al canonizar a cinco nuevos santos de ese país en Madrid.

Más de un millón de personas, según confirmaron varias fuentes de la organización, se reunieron en la plaza de Colón para participar en el acto culminante de la quinta visita del Papa a España.

«El sucesor de Pedro, peregrino en tierras españolas, os repite: España, siguiendo un pasado de valiente evangelización: ¡sé también hoy testigo de Jesucristo resucitado!», afirmó durante la homilía.

Entre los nuevos santos españoles dos son sacerdotes: Pedro Poveda (1874-1936), martirizado en la guerra civil española, fundador de la Institución Teresiana; y José María Rubio (1864-1929), religioso jesuita, apóstol de los suburbios más pobres de Madrid.

Las otras tres son religiosas: Genoveva Torres (1870-1956), fundadora de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles (conocidas como «Angélicas»); Ángela de la Cruz (1846-1932), fundadora de las Hermanas de la Compañía de la Cruz; y María Maravillas de Jesús (1891-1974), religiosa de la Orden de las Carmelitas Descalzas.

«Al dar gracias al Señor por tantos dones que ha derramado en España, os invito a pedir conmigo que en esta tierra sigan floreciendo nuevos santos», afirmó el Papa.

Para que aparezcan nuevos santos en España, el Santo Padre puso dos condiciones: mantener la fidelidad al Evangelio y defender la unidad familiar. «¡No rompáis con vuestras raíces cristianas! Sólo así seréis capaces de aportar al mundo y a Europa la riqueza cultural de vuestra historia».

El Papa destacó las virtudes heroicas de los nuevos cinco santos durante su homilía.

De San Pedro Poveda, fundador de las teresianas, destacó que «culminó su existencia con la corona del martirio», durante «la persecución religiosa» que padeció España entre 1936 y 1939, durante la que fueron asesinados cerca de 12.000 sacerdotes y religiosas por su fe.

De San José María Rubio destacó su lema: «Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace».

Santa Genoveva Torres «fue instrumento de la ternura de Dios hacia las personas solas y necesitadas de amor, de consuelo y de cuidados en su cuerpo y en su espíritu. La nota característica que impulsaba su espiritualidad era la adoración reparadora a la Eucaristía», aseguró el Papa.

«Semejante amor y sensibilidad hacia los pobres llevó a Santa Angela de la Cruz a fundar su Compañía de la Cruz, con una dimensión caritativa y social a favor de los más necesitados», añadió.

Finalmente, «Santa Maravillas de Jesús vivió animada por una fe heroica, plasmada en la respuesta a una vocación austera, poniendo a Dios como centro de su existencia».

Entre los presentes se encontraba el niño argentino Manuel Vilar, muerto clínicamente al ahogarse en una piscina y vuelto milagrosamente a la vida por intercesión de la Madre Maravillas y que participó en la ofrenda eucarística junto con su madre.

Concelebrando con el Papa se encontraba también el religioso jesuita curado de un cáncer de pecho terminal por intercesión del Padre Rubio.