MADRID, 22 mayo 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- Los obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal han hecho público hoy un mensaje en el que piden «a los militantes de los movimientos apostólicos, tanto los de Acción Católica como los demás movimientos», así como «a todos los fieles laicos de nuestras parroquias y comunidades cristianas» a trabajar activamente por la paz.

El mensaje de la Comisión, con motivo del Día del Apostolado Seglar, que se celebra el próximo 8 de junio, Solemnidad de Pentecostés, anima a los cristianos a «la defensa de la paz y la construcción de la misma», y por tanto a «un compromiso más decidido de los cristianos en las actividades políticas y sindicales, así como en otras organizaciones sociales, para cambiar desde dentro las estructuras injustas, para implantar la verdad y la justicia superando intereses particulares, para defender los derechos de quienes no tienen voz y para invitar a cumplir los deberes que todos tenemos en la consecución del bien común».

El documento recuerda las palabras de Juan Pablo II en Cuatro Vientos, y afirma que la consecución «de una paz estable y duradera entre los hombres y los pueblos exige el que nos dejemos iluminar y conducir por el amor de Cristo en las relaciones sociales, familiares y laborales, sin aprovecharnos nunca de los demás y respetando siempre su libertad. La construcción de la paz, como exigencia de la misión evangelizadora de la Iglesia, debe comenzar por la propia conversión personal sin culpar siempre a otros de todos los males de la sociedad».

Los obispos de la Comisión recuerdan la anterior guerra de Irak, «otro fracaso de la humanidad, porque las relaciones diplomáticas, el noble ejercicio de la política, los principios del derecho internacional y los llamamientos dramáticos del Santo Padre no consiguieron resolver los problemas entre los pueblos por la vía del diálogo y de la negociación».

Según el documento, «por delante esperan años para conseguir la reconstrucción del país, para llegar a la superación del odio, para lograr la recuperación psicológica de los ciudadanos de Irak y para establecer un orden político y social justo, basado en el respeto de la dignidad y de la libertad de todas las personas y grupos étnicos y religiosos. Se ha terminado una guerra, pero aún no se ha logrado la paz».

Los obispos se refieren a éste y otros conflictos, como el terrorismo internacional, que «nos demuestran que la consecución de la paz es mucho más que la ausencia de guerra, como algunos parecen creer. Detrás de estos comportamientos están personas concretas, cuyo corazón está dominado por el odio, por el egoísmo, por la desconfianza, por el individualismo, por el ansia de poder a cualquier precio y por la envidia. Mientras persistan estos sentimientos en el corazón humano no puede haber paz en las personas, en la familia ni en la sociedad».