BRUSELAS, 5 mayo 2003 (ZENIT.org).- El cumplimiento de las normas que garantizan el respeto de la Eucaristía, expuestas por Juan Pablo II en su última encíclica, «Ecclesia de Eucharistia», han recibido el decidido apoyo de representantes de la Iglesia en países europeos donde la cuestión es de actualidad desde hace décadas, como Alemania, Suiza, Holanda o Bélgica.
En el mismo Jueves Santo (17 de abril de 2003), en que en Roma se publicaba la encíclica, el cardenal Karl Lehmann, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, constataba que el documento había sido esperado desde hace tiempo por los católicos alemanes para subrayar la relación única entre Iglesia y Eucaristía, y para confirmar al mismo tiempo el compromiso ecuménico.
«Un texto en ocasiones muy personal», escribe en nombre del episcopado el obispo de Maguncia, «en el que el tema principal» es tratado con «pasajes meditativos, alusiones a la situación pastoral y consideraciones teológicas».
«El texto es principalmente una declaración dirigida a la Iglesia católica» en la que el «Papa no retira nada del compromiso ecuménico de la Iglesia católica, es más, lo refuerza», sostiene el cardenal Lehmann.
Al mismo tiempo, afirma, hace «claridad, evitando asperezas» al expresar en voz alta el deseo de que «las Iglesias, pero especialmente la católica, sean reforzadas por el respeto y la solemnidad de la Eucaristía». Esto se lograra, asegura el purpurado alemán, «cuando sea posible evitar usos impropios, ambigüedades, y las manipulaciones de este elevadísimo misterio».
El cardenal agradece la encíclica que se ha publicado en vísperas del «Kirchentag» de Berlín, que tiene lugar este mes de mayo de 2003, las Jornadas católicas nacionales que por primera vez en la historia están abiertas también a los demás cristianos con espíritu ecuménico.
El cardenal Lehmann recuerda la doctrina del documento pontificio en el que en el número 30 recuerda que no es posible acceder a la comunión en el seno de las comunidades eclesiales surgidas en Occidente desde el siglo XVI en adelante y separadas de la Iglesia católica, pues no existe comunión de fe en materia sacramental.
Ahora bien, propone subrayar en el «Kirchentag» los elementos que hoy ya unen a católicos e hijos de la Reforma: «la lectura común y el conocimiento de la Biblia, el testimonio del Evangelio en la sociedad en todo el mundo, la atención a los pobres, la nueva evangelización común de los cristianos en Europa y la oración en común».
Un «pequeño catecismo» sobre la doctrina de la fe de la Iglesia sobre la Eucaristía ha sido la definición que ha hecho la Conferencia Episcopal de Holanda de la encíclica en un comunicado emitido tras la publicación de la encíclica, y ha anunciado que emprenderá iniciativas para que el texto sea leído por el mayor número de personas.
Según el episcopado, será motivo de «inspiración» para que el sacramento se convierta en «el centro de la propia vida».
Los obispos reconocen que algunas de las «sombras» de las que habla el Papa –abusos o falta de respeto de la Eucaristía– están presentes también en Holanda. En este sentido, consideran que el documento constituye un «espejo» de la realidad que debe llevar a reflexionar sobre «el puesto que la Eucaristía ocupa en la vida personal de fe de cada uno y en la práctica litúrgica de las parroquias».
En este sentido, el episcopado holandés propone «nuevas iniciativas para la adoración eucarística» como «importante impulso para revitalizar la devoción eucarística».
Por su parte, la Conferencia Episcopal de Suiza ha definido en un comunicado esta encíclica como un «instrumento precioso», «en ocasiones con acentos afectuosos» que «ofrece al mismo tiempo directivas claras para un diálogo ecuménico en el amor y en la verdad».
Confirma la «posición central de la Eucaristía en la vida» de los católicos, lo cual implica una «responsabilidad» «tanto en la vida cotidiana como en las celebraciones litúrgicas».
Los prelados piden meditar el documento para comprender que no es verdad que se trate de un «»texto de batalla» contra los abusos». Por el contrario, su estilo personal busca ayudar a los católicos en el tercer milenio a ofrecer testimonio más profundo de su fe, añaden.
El cardenal Godfried Danneels, arzobispo de Malinas-Bruselas, recuerda en un comunicado que «Ecclesia de Eucharistia» es la «primera encíclica del nuevo milenio», que presenta el Sacramento como signo de esperanza en estos momentos de preocupación mundial.
«La Iglesia y la Eucaristía no se comprenden la una sin la otra», afirma el cardenal belga. La Eucaristía es como un «diamante», y por ello se corre el riesgo de quedar sorprendidos por una faceta, olvidando otros ángulos igualmente resplandecientes.
Un tesoro, aclara, que «no se puede descuidar, reducir o manipular», cuyo lazo con la Iglesia «se manifiesta a través de la persona del ministro ordenado, obispo o sacerdote» que actúa «in persona Christi».
El cardenal Danneels subraya por último la aportación de este Papa al presentar todo un capítulo dedicado a María, «sagrario viviente, consciente y amoroso». Por eso, invita a los católicos belgas a «acoger a María» y a dejarse guiar por ella «hacia una vida iluminada por la Eucaristía».
«Que el tesoro sea precisamente un tesoro, reconocido como tal –desea Danneels–. En primer lugar por los católicos, llamados a redescubrirlo y testimoniarlo; después por todos los cristianos, invitados a acogerlo en su plenitud». Este es «el objetivo de las «exigencias» y de las «reglas» que Juan Pablo II ha recordado en la encíclica».