ROMA, 9 mayo 2003 (ZENIT.org-Avvenire).- En un congreso promovido por la Universidad Pontificia Lateranense, veintitrés ponentes de reconocido prestigio recorren desde entre el miércoles y el sábado los 25 años del pontificado de Juan Pablo II a fin de condensar las novedades que ha aportado su magisterio.

«Juan Pablo II: XXV años de pontificado. La Iglesia al servicio del hombre» es el tema que reúne a los estudiosos y hombres de Iglesia en este encuentro inaugurado el miércoles por el secretario de Estado vaticano, el cardenal Angelo Sodano, y presentado por el rector de la Universidad, el obispo Rino Fisichella.

Cardenales y obispos de todo el mundo, intelectuales polacos, y periodistas de varios países se encuentran entre los ponentes.

Todas las intervenciones forman un mosaico que permite ver en conjunto la labor de Juan Pablo II, «quien ha empleado todo su pontificado en hacer que todos los hombres puedan encontrar a Cristo», como explica en esta entrevista, el obispo Rino Fisichella.

--¿Desde qué perspectiva contemplan estos 25 años de pontificado?

--Monseñor Fisichella: El principio fundamental para releer la acción pastoral de Juan Pablo II lo encontramos en su primera encíclica, «Redemptor hominis», en la que el Papa afirma que «cada hombre, sin distinción alguna, está llamado a encontrar a Cristo». En este camino, por lo tanto, «la Iglesia, que lo debe anunciar, no puede ser detenida por nadie». No es sólo una frase, sino un programa de vida que de hecho el Papa Karol Wojtyla ha realizado en todo y por todo el mundo.

--¿Se refiere a su pontificado itinerante?

--Monseñor Fisichella: También. Por una bella coincidencia, celebramos este congreso a continuación del 99º viaje apostólico [a España] y con vistas al número 100 [a Croacia]. Pero no olvidamos que dentro de algunos días será el 13 de mayo, aniversario del atentado. Ahí se encuentra en cierta manera el testimonio supremo: el Papa, por la gracia de Dios, no fue detenido ni siquiera por la bala de Alí Agcà. Diría que verdaderamente Juan Pablo II ha encarnado en sí la dimensión universal de la Iglesia, esto es, la catolicidad que impulsa a ir allí donde se encuentre el hombre. En él existe el ansia del apóstol, la conciencia de quien sabe que ha recibido una misión y que no se apaga hasta que no la cumple hasta el final.

--¿Cómo se ha orientado el congreso?

--Monseñor Fisichella: Intentamos poner de relieve tres aspectos. El primero es el que más directamente compete a la Universidad del Papa, el académico. Por ello hemos invitado no sólo a los más cercanos colaboradores del Papa y a sus amigos, sino también a hombres de cultura. El segundo aspecto, vinculado al primero, será tratar de realizar una primera síntesis de la riqueza de este pontificado: a partir de la «Redemptor hominis», que es la carta programática del Santo Padre, y buscando verificar cómo se ha encarnado esa carta en tantos aspectos de su pontificado.

--¿En cuáles, por ejemplo?

--Monseñor Fisichella: El ministerio internacional, el servicio a todas las Iglesias, el carácter misionero, los cambios históricos, la constante atención a la santidad, que es uno de los aspectos más característicos de estos 25 años (Juan Pablo II ha mostrado a la Iglesia y al mundo que la santidad es posible incluso hoy para todos los cristianos). Y además la relación con los movimientos y con los jóvenes, la creación de las Jornadas Mundiales de la Juventud, y otros muchos aspectos que, en cierto sentido, nos llevan a la vertiente del tercer nivel de nuestro congreso.

--¿El de las cuestiones más relacionadas directamente con la persona del Papa?

--Monseñor Fisichella: Exactamente. Su devoción mariana, el carisma del Papa en la comunicación, sin olvidar que él mismo, además de un gran comunicador, es un poeta. Y concluiremos con «Duc in altum» («Rema mar adentro»), que es el signo con el que el Papa ha querido que la Iglesia iniciara la marcha en el tercer milenio.

--¿Se hablará también del compromiso del pontífice por la paz?

--Monseñor Fisichella: Desde luego, lo hizo en su intervención el cardenal Roger Etchegaray. El Papa es mensajero de paz siempre y en todo lugar. Y pienso que lo han reconocido todos los jefes de Estado que han sentido el deber de encontrarse con él.