Argentina: Alto grado de descomposición de los partidos, según un arzobispo

RESISTENCIA, 19 mayo 2003 (ZENIT.orgAica).- El arzobispo de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, pidió no engañarse con «la actualidad» que cobraron los partidos a raíz de las elecciones y el frustrado balotaje, dado que «mientras la gente siente que éstos en teoría son vehículos necesarios para el diálogo político, en la práctica constata que sufren un alto grado de descomposición».

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«Uno, el justicialista, no supo derimir democráticamente su interna y traspasó el problema a la Nación, dando origen –explicó– a un curioso ‘balotaje’ entre candidatos del mismo partido, que el mundo mira perplejo, y que concluyó con la renuncia de uno de los contendientes, convirtiéndonos en el hazmerreír universal».

También criticó al radicalismo porque «tampoco fue capaz de dirimir democráticamente sus opciones, y se fragmentó en sectores internos y varios partidos nuevos».

Tras preguntar «cuál es la capacidad de diálogo interpartidario que tienen los partidos para construir la convivencia democrática si no la tienen en su interior», el prelado argentino lamentó que «los militantes y dirigentes tengan una conciencia corporativa muy aguda y salten como leche hervida apenas se les señala actitudes contra el bien común».

«Y no ha de ser así –reflexionó–. Han de ansiar la crítica extrema y promover la interna».

Monseñor Giaquinta insistió en su idea de que los argentinos deben hacer «otro balotaje más profundo, que aviente la paja (tal el sentido etimológico de la palabra balotaje) moral que nos vació de los valores que nos constituyeron como pueblo».

A pesar de reconocer que hay «parvas de paja a aventar en la Argentina, en cada partido, en los tres poderes del Estado y en la conciencia moral colectiva», expresó su temor de que el presidente electo sea capaz de hacerlo ya que en el discurso del miércoles 14 de mayo «sembró dudas muy serias sobre su capacidad al respecto».

Por lo que estimó que «tendrá que esforzarse muchísimo para que resurja el «viejo peronismo», o sea el original, el auténtico, el de las tres banderas: «una Nación socialmente justa, económicamente libre, políticamente soberana»; el del abrazo de Perón con Balbín, capaz de competir democráticamente con los otros partidos».

Sugirió, asimismo, que también habrá que «trabajar con denuedo por enterrar definitivamente al «peronismo viejo», profundamente corrompido, que volvió a aflorar en el proceso que llevó a las elecciones pasadas y en el ‘balotaje’ que no fue».

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ZENIT Staff

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