ROMA, 27 mayo 2003 (ZENIT.org).- Por el lugar especial que ocupa en el cristianismo, en el judaísmo y en el islam, María se presenta como punto de encuentro en el diálogo interreligioso.
Es la reflexión que recoge el arzobispo Francesco Giogia, ofm, presidente de la institución de la Santa Sede para la Peregrinación a la Sede de Pedro, en un libro –editado por Ciudad Nueva– bajo el título «María, madre de la palabra, modelo de diálogo entre las religiones».
«Mientras que para los cristianos María es la Madre de Dios y Madre de la Iglesia –afirma el cardenal nigeriano Francis Arinze, prefecto de la Congregación vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en la introducción al libro de monseñor Gioia–, para los judíos es “la excelsa hija de Sión” (Lg 55)».
«Para los musulmanes María es Madre Jesús, el Corán la menciona 34 veces, además es una “señal para las criaturas” (Sura 21, 91) y es presentada como modelo de creyente», continúa el purpurado.
«Si bien judíos y musulmanes no aceptan la verdad central de la divinidad de Jesucristo, ellos honran enormemente a María», reconoce el cardenal Arinze.
Igualmente observa que «en otras muchas religiones, como el hinduismo y el budismo, aún no habiendo referencia explícita a María, se pueden encontrar analogías entre la Madre de Jesús y personas relevantes en el ámbito del propio credo; no hay que infravalorar el sustrato femenino presente de alguna forma en toda religión».
María, «instrumento» del diálogo ecuménico
Como explica monseñor Gioia –ex secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Inmigrantes e Itinerantes–, «hay al menos dos razones que motivan el papel de María en el diálogo ecuménico e interreligioso: la presencia de hecho en diferentes religiones y su figura, modelo de fe».
«María ocupa un lugar especial en las religiones del tronco de Abraham, como por ejemplo el judaísmo, el islam y algunos movimientos de origen contemporáneo que se expresan siguiendo un lenguaje cristiano», observa el arzobispo Gioia,
«Además –constata el prelado–, María es el ejemplo más excelso de una persona de fe y está en situación de ofrecer elementos válidos para un discernimiento fundamental de la identidad cristiana en el pluralismo religioso».
En este sentido, María es vista como un compendio o síntesis viva y personal del misterio cristiano. «Es el icono del misterio», «una imagen completa de la realización concreta de todo el misterio de la alianza», «la micro-historia de la salvación».
Por todo ello, en el diálogo interreligioso, «María puede desempeñar la función de un “catecismo viviente” que expone intuitivamente la autocomprensión de la Iglesia, más aún, del hombre en camino hacia la salvación».