Condiciones para afirmar «¡nunca más la guerra!», según el Papa

Derechos humanos, desarme, desarrollo y respeto del ambiente

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CIUDAD DEL VATICANO, 30 mayo 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II repitió este viernes el grito «¡Nunca más la guerra!» y exigió para ello desarme, promoción de los derechos humanos, desarrollo y respeto del ambiente.

El pontífice afrontó el argumento al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede, Gunkatsu Kano, diplomático de carrera de 61 años de edad, hasta ahora embajador en Colombia.

«A través de la visión dolorosa de Hiroshima y Nagasaki, vuestro país sigue siendo un testigo viviente de los dramas del siglo XX», reconoció el Papa, invitando así a repetir la famosa expresión del Papa Pablo VI ante las Naciones Unidas, el 4 de octubre de 1965: «¡Nunca más la guerra!».

«Ésta pone en peligro el futuro mismo de la humanidad», subrayó y pasó a ilustrar «las condiciones» necesarias para «la seguridad de los pueblos y la preservación del conjunto de la creación».

En primer lugar, pidió que continúe «la eliminación progresiva, equilibrada y controlada de armas de destrucción masiva, así como la no-proliferación y el desarme nucleares».

En segundo lugar, propuso «prevenir las agresiones potenciales, sin que estas medidas vayan en detrimento de las necesidades fundamentales de las poblaciones civiles afectadas, que a veces se ven condenadas a la miseria y a la desesperación».

La «cultura de la paz», indicó, debe fundarse «sobre el respeto de la vida humana y el primado del derecho en su dimensión de justicia y equidad, orientada hacia la construcción paciente de la coexistencia pacífica entre las naciones y hacia la promoción del bien común».

Por este motivo, afirmó, «la cuestión de la paz no puede separarse de la cuestión de la dignidad humana y de los derechos humanos».

Esto exige, afirmó, «la cooperación económica» con «los países pobres para que se conviertan en agentes de su propio desarrollo».

Por último, este objetivo exige dar la debida «importancia» a «los problemas del ambiente» al «papel del hombre en la creación».

«Cuidar de la creación es un deber moral para todos los hombres, pues la voluntad del Creador es que el hombre sea digno de su vocación, gestionando la naturaleza como un administrador responsable y no como un explotador sin piedad. Significa también dejar a las generaciones una tierra habitable», concluyó.

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ZENIT Staff

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