CASTEL GANDOLFO, 31 agosto 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II puso este domingo el futuro de la nueva Europa en manos de María concluyendo así la serie de intervenciones en las que ha expresado sus temores y esperanzas para el viejo continente.

Desde el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, donde ha transcurrido sus vacaciones, el Papa ha dedicado sus intervenciones con motivo de la oración del «Angelus» de los últimos ocho domingos a meditar sobre la exhortación apostólica «Ecclesia in Europa», publicada el 28 de junio para recoger las conclusiones del sínodo de obispos de ese continente celebrado en 1999.

El Papa quiso concluir estas reflexiones como lo hace en ese mismo documento, con una «consagración a María de todos los hombres y mujeres del continente».

Por eso, volvió a poner Europa en manos de María para que «se convierta en una sintonía de naciones comprometidas conjuntamente en la construcción de la civilización del amor y de la paz».

El domingo anterior el Papa había pedido que la futura Constitución europea, cuya redacción se encuentra en estos momentos en la recta final, reconozca «explícitamente» las «raíces cristianas», pues constituyen una «garantía de futuro».

El 17 de agosto, constataba la crisis de valores que vive el viejo continente por lo que hizo un llamamiento a recuperar «su verdadera identidad». Según afirmó, «el proceso de ampliación de la Unión Europea a otros países no puede afectar sólo a los aspectos geográficos y económicos, sino que tiene que traducirse en una renovada concordia de valores que deben expresarse en el derecho y en la vida».

Refiriéndose a esta crisis de valores, el Papa había constatado el 27 de julio el «agnosticismo y ateísmo práctico» que parece extenderse en el continente y propuso «un renovado compromiso» «para que toda la existencia de los creyentes sea un auténtico culto espiritual agradable a Dios», en particular a través del redescubrimiento del «valor del domingo», como explicó en el «Angelus» del 3 de agosto.

Este compromiso debe fundamentar también la construcción de una Europa solidaria, afirmó el 10 de agosto. «Hace falta también hoy "devolver la esperanza a los pobres", porque acogiéndolos y sirviéndolos, se acoge y se sirve a Cristo mismo. Los desafíos que en este ámbito interpelan a los creyentes en Europa son muchos». En particular, subrayó el de la ayuda a la familia y el de la defensa de la vida.