El secretario del episcopado español y la Ley de reforma de Reproducción Asistida

Entrevista al padre Juan Antonio Martínez Camino

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MADRID, 1 agosto 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- La Nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española tras la reforma de la vigente Ley sobre Técnicas de Reproducción Asistida, introducía una novedad que no ha sido bien comprendida por todos los sectores: dejar morir a los embriones congelados cuando la descongelación no sea causa directa de la muerte.

El padre Juan Antonio Martínez Camino, secretario general de la Conferencia Episcopal Española y secretario también de su Comité Ejecutivo, ha hablado con la Agencia Veritas para profundizar sobre el trasfondo teológico, antropológico y moral que inspira y explica la Nota (Cf. «Una reforma para mejor pero muy insuficiente»).

–Cuando hablamos de embriones humanos, ¿cuál es la diferencia entre descongelar y dejar morir; entre descongelar y matar?

–Juan A. Martínez Camino: Ante todo hay que responder a la pregunta qué hacer con estos embriones congelados que están en una situación en la que no deberían haber sido puestos nunca. Están en una situación que es indigna de la vida humana, como dice la «Donum Vitae», estar congelados; la salida no es fácil, no hay una salida que sea plenamente satisfactoria.

Parece que si se puede suspender la congelación de tal manera que esto no sea un acto directo que cause la muerte de los embriones, y si la descongelación no va acompañada en ese momento o después por ninguna otra acción que les cause la muerte, sino que se les devuelve a su estado anterior a la congelación, y entonces se les permite que acaezca la muerte, eso es algo distinto a matarles.

Un embrión que no está donde debería haber estado desde el principio (pues nunca debería haber estado fuera del cuerpo de la madre), se halla en una situación de violencia vital, puesta violentamente en ella por el ser humano. Entonces, si no se hace nada para mantener dicha violencia, lo normal será que sobrevenga la muerte, y eso no sería matarle.

Yo creo que a esto se refiere la Nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal, poniendo unas condiciones para ver cómo se puede actuar con los embriones sin matarles. Nunca se puede matar a un ser humano, los embriones son seres humanos y no se les puede matar. Ahora bien, si están en una situación violenta, sin salida para su vida, se les puede o se les deberá dejar morir, una situación en la que no hay otra salida ética.

De lo que tendrán que cerciorarse muy bien los que lo hacen, es que ellos no los están matando y, por supuesto, que no se va a reproducir la situación voluntariamente en el futuro: producir embriones para luego dejarles morir. No tendrá que haber complicidad con los productores de embriones.

La producción de embriones es el hecho radicalmente inmoral que nos sitúa en una situación prácticamente sin ninguna salida óptima o buena, como es el caso de la situación en la que nos encontramos.

–¿Puede aclarar cómo los embriones muertos podrían servir para la investigación como donantes de células?

–Juan A. Martínez Camino: La Nota de la Conferencia Episcopal es clara en el sentido de que no es nunca legítimo investigar sobre embriones vivos de tal manera que esa acción de investigación les cause la muerte o un daño.

La investigación se podría hacer con embriones muertos a los que no se les ha matado, sobre embriones muertos de manera análoga a cómo se pueden utilizar cuerpos humanos con las condiciones requeridas para ello, bien para la disección, bien para la investigación y la donación de órganos.

En principio no habría una objeción ética si se dan las condiciones necesarias de respeto a la vida, de información, etc. para que se pueda dar este supuesto. Tiene que ser sobre embriones muertos, esa es la condición fundamental de la doctrina católica, que la Nota no hace más que recordar. La prohibición absoluta es investigar sobre embriones vivos.

¿Cómo sería posible esa investigación y qué posibilidades tendría? Eso tienen que decirlo los técnicos: si es posible investigar en embriones muertos, que hayan muerto como organismos, que hayan dejado de vivir como organismos independientes; si es posible investigar o utilizar sus células. Pero eso, insisto, lo tendrán que ver los técnicos. En los casos de cuerpos desarrollados, y teniendo en cuenta las donaciones de órganos, parece que sí que está siendo posible.

–¿Por qué la adopción no es una buena salida para los embriones congelados?

–Juan A. Martínez Camino: La Nota del Comité Ejecutivo no contempla la llamada adopción prenatal porque no está claro que sea una salida ética la fragmentación de la maternidad, de tal manera que gestar embriones producidos en los laboratorios sea realmente una acción ética. Sobre esto no hay ningún texto del Magisterio en que lo dé por bueno, y la Conferencia Episcopal tampoco lo ha hecho.

–En esta Nota los obispos tratan unos temas de los que nunca se había hablado antes ¿cómo seguir desarrollándolos para que lleguen a toda la gente, para que se entiendan, y para que esto que por primera vez se oye no se interprete mal?

–Juan A. Martínez Camino: Efectivamente en este asunto, ya lo dice la Nota al final, hay que avanzar en el conocimiento de la antropología y de la moral católica, y hay que explicar cuál es la postura de la Iglesia, sobre todo en un asunto fundamental, el más importante (que yo creo que en la brevedad de la Nota queda bastante explicado) y es que el problema ético del que provienen todos los errores es cómo convocamos a los seres humanos a la existencia, ese «cómo» es muy importante para que esté de acuerdo con la dignidad de las personas, entonces lo fundamental es que vayamos comprendiendo, y en primer lugar los católicos, la diferencia fundamental que existe entre «procrear» y «producir» seres humanos.

La producción de seres humanos es algo indigno de la persona porque es rebajarla al nivel de la cosa. Se producen objetos, cosas, instrumentos. Pero producir personas es hacer de las personas instrumentos, objetos, cosas; aunque no lo conseguimos hacer porque la persona siempre será persona, pero la tratamos como si fuese, un instrumento, una cosa, un objeto, y eso nunca es lícito, nunca es ético. Por eso los seres humanos deben ser procreados, no producidos.

La procreación es un acto interpersonal, la persona es convocada a la existencia en un medio personal coherente con su ser personal y con su dignidad de persona. Si pasamos a otro tipo de acción que es la producción, entonces estamos cometiendo una injusticia con ese nuevo ser humano que convocamos a la existencia; cometemos una injusticia de base, y de esta injusticia de base, de la producción de seres humanos, de que se produzcan embriones en los laboratorios proceden situaciones que no tienen salida buena. Como esta situación en la que nos encontramos con cientos de miles de embriones humanos congelados que proceden de una injusticia radical y que es lo que deberíamos comprender porque de aquí parte todo el problema.

Luego nos encontramos con situaciones en las que tenemos que optar por un mal menor. En el caso que nos ocupa muchos teólogos católicos piensan que hay que dejar morir a los embriones, en esa línea va la Conferencia Episcopal, aunque en la Nota haya sido una novedad. Los teólogos ya lo habían dicho, pero no la Conferencia Episcopal, aunque sí lo habían dicho algunos obispos en particular. El cardenal arzobispo de Madrid lo había dicho en el CEU de Madrid hace seis meses respondiendo a una pregunta. En el Comité Ejecutivo se ha contemplado como la posibilidad que menos problemas éticos crea.

–¿Cómo se enfrentará la Iglesia al desorden moral que está en el fondo de la «producción» de ser
es humanos, pero que afecta ya a diversos ámbitos?

–Juan A. Martínez Camino: Hay situaciones relativamente nuevas, que sí sabemos que son situaciones que no deberían darse, en las que ninguna salida es del todo satisfactoria, ¿quién quiere dejar morir al número de seres humanos que están congelados, quién lo desea? Nadie lo desea; pero ¿qué se hace, cuál es la salida, entrar en la dinámica de otras acciones que son dudosamente éticas para conseguir un bien, como puede ser la gestación de
embriones ajenos?

No se puede hacer el mal para llegar al bien. Entonces estamos ante situaciones que hay que resolver, para las cuáles tenemos los principios fundamentales, en la antropología y la moral católica, pero que, como los actos morales son actos concretos y no principios teóricos, hay que ver en cada caso lo que se hace para enjuiciar el bien que se consigue o el mal que se hace. No se puede decir a priori, por eso hay que ir con los hechos, con la vida, aunque sí es importantísimo conocer los principios, tener los principios claros, y aquí es donde tenemos que aprovechar la ocasión, en este nuevo replanteamiento.

Aprovechar para comprender bien los principios de la antropología cristiana sobre la reproducción, sobre la procreación humana, sobre el modo en que el ser humano es convocado a la existencia, sobre la relación con la familia, que es el punto fundamental, la relación con la familia de la aparición de la vida humana en el mundo. La vida humana es una valor relativamente absoluto (porque está encaminado a la unión con Dios, que es el verdadero y único Absoluto) pero no es un valor al cual haya que someter todos los demás valores, sino que lo que no es humano nunca se puede hacer incluso para que venga el bien, un bien supuesto, que viene marcado por acciones que no deben ser: el fin no justifica los medios.

–¿Está previsto desarrollar los puntos esenciales de la Nota en un documento más extenso?

–Juan A. Martínez Camino: Lo que creo que se debería hacer con ocasión del debate de esta Reforma Legal que va a suceder durante todo el otoño en España sería explicar los principios en los que se basa la postura católica sobre la procreación, sobre el status del embrión, sobre el sentido de las relaciones conyugales, sobre cómo no es una salida aceptable a las dificultades para tener hijos el recurrir a la «producción» de hijos que causa más males que bienes, que no basta la buena intención o los buenos sentimientos para hacer cosas, que cómo se ve, luego causan muchos más problemas de los que resuelven, porque están mal hechos de antemano. Las injusticias no se deben hacer nunca y tratar injustamente a los hijos que vienen es una injusticia radical aunque esté hecho con la mejor buena voluntad.

Por eso, todo esto es una ocasión magnífica para poder hablar, dialogar, discutir y entender el Magisterio de la Iglesia, entender la Doctrina católica que nos podrá aportar muchos bienes a todos y a la convivencia de los ciudadanos en general.

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ZENIT Staff

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