Dolor y condena del Papa por el atentado contra la sede de la ONU en Bagdad

Reza para que se rompa el torbellino de violencia que golpea Irak

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CASTEL GANDOLFO, 20 agosto 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha pronunciado duras palabras de condena ante el atentado que golpeó este martes la sede de las Naciones Unidas en Bagdad y asegura sus oraciones para que la reconciliación triunfe en Irak, como base para una nueva era de paz.

El pontífice aseguró al final de la audiencia general que concedió este miércoles a los peregrinos que el atentado de Bagdad, así como el que tuvo lugar el día anterior contra un autobús en Jerusalén, «sólo pueden provocar en nuestro corazón profunda tristeza y unánime reprobación».

«Mientras confiamos a la misericordia divina las personas que han perdido la vida e imploramos consuelo para quien llora, pedimos al Dios de la paz que prevalezca en los corazones la sabiduría y que los responsables de la cosa pública sepan romper este funesto torbellino de odio y violencia», añadió desde el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo.

Este martes, nada más recibir la noticia del atentado de Bagdad, en el que murieron más de 19 personas, entre ellos el principal enviado de la ONU en Irak, el brasileño Sergio Vieira de Mello, el obispo de Roma envió un telegrama dirigido personalmente al secretario general de la organización, Kofi Annan.

En la misiva, el pontífice hace llegar sus condolencias a Annan y a «todos los que trabajan para la organización, así como a las familias y amigos de los que han fallecido».

El Santo Padre «ofrece fervientes oraciones por las víctimas y pide al Dios omnipotente que consuele a los que lloran en este momento de trágicas pérdidas».

«Implorando a todos los involucrados en actos de violencia que abandonen los caminos del odio, Su Santidad reza para que el camino de la reconciliación prevalga y el pueblo de Irak experimente una nueva era de paz, justicia y armonía social», concluye.

El mensaje papal fue enviado por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, y fue entregado a Annan por el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU.

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ZENIT Staff

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