CASTEL GANDOLFO, 24 agosto 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha vuelto a pedir que la futura Constitución europea, cuya redacción se encuentra en estos momentos en la recta final, reconozca «explícitamente» las «raíces cristianas», pues constituyen una «garantía de futuro».
El Santo Padre presentó su propuesta, que ha subrayado con insistencia desde hace meses, este domingo al encontrarse con varios miles de peregrinos que se reunieron con él dentro y fuera de la residencia pontificia de Castel Gandolfo para rezar la oración mariana del «Angelus».
«La Iglesia católica está convencida de que el Evangelio de Cristo, que ha constituido el elemento unificador de los pueblos europeos durante muchos siglos, sigue siendo hoy una inagotable fuente de espiritualidad y fraternidad», constató el Papa en su saludo.
«Ser conscientes de esto es una gran ayuda para todos y reconocer explícitamente en el Tratado [constitucional] las raíces cristianas de Europa se convierte para el continente en la principal garantía de futuro», añadió.
La propuesta de «Proyecto de Tratado por el que se instituye
una Constitución para Europa» constitucional, redactada por la Convención Europea, está siendo analizada en estos momentos por los gobiernos de los Estados miembros.
Debería ser concluida y aprobada durante una conferencia intergubernamental prevista para el próximo mes de octubre en Roma.
La propuesta, presentada por el presidente de la Convención Europea, Valéry Giscard d’Estaing, ex presidente de Francia, menciona «la herencia cultural, religiosa y humanista» del continente, pero no hace referencia explícita al cristianismo.
Juan Pablo II, junto a los peregrinos destacó «el papel determinante» de las nuevas instituciones del viejo continente, no sólo de la Unión Europea, sino también del Consejo de Europa, y de la Corte Europea de los Derechos del Hombre, «que desempeñan la noble tarea de realizar la Europa de las libertades, de la justicia y de la solidaridad».
Mencionó asimismo a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, que, como explicó, «se dedica a promover la causa de las libertades fundamentales de las personas y de las naciones del continente».
El obispo de Roma confesó, por último, que sigue «con la oración el laborioso camino del Tratado constitucional» y confió «en que cuantos le están dedicando sus energías se muevan siempre con la convicción de que un buen ordenamiento de la sociedad debe basarse en auténticos valores éticos y civiles, compartidos lo más posible por los ciudadanos».
Su oración y deseo, afirmó, es que «no falte, en la constitución de la Europa de hoy y de mañana, esa inspiración espiritual, indispensable para actuar auténticamente al servicio del hombre. Esa inspiración encuentra en el Evangelio una garantía segura a favor de la libertad, de la justicia y de la paz de todos, creyentes y no creyentes».
Es el séptimo domingo que Juan Pablo II dedica a exponer sus preocupaciones y deseos para la nueva Europa, subrayando diferentes aspectos de la exhortación apostólica «Ecclesia in Europa», publicada el 28 de junio para recoger las conclusiones del sínodo de obispos de ese continente celebrado en 1999.