ROMA, 29 agosto 2003 (ZENIT.org).- Un fuerte impulso evangelizador, especialmente entre los jóvenes, y la participación de todos los fieles en la vida de la Iglesia es el plan de monseñor Diarmuid Martin para su Dublín natal, ciudad a la que el observador permanente de la Santa Sede en la ONU –hasta ahora– regresa como arzobispo coadjutor después de tres décadas de ausencia.
La liturgia de bienvenida tendrá lugar el próximo sábado, cuando el cardenal Desmond Connell le reciba y presente ante los fieles de la diócesis en una Eucaristía solemne en la Pro-Catedral de la Inmaculada Concepción, donde se espera la presencia del nuncio papal, el arzobispo Giuseppe Lazzarotto, la presidenta irlandesa, Mary McAleese, y el primer ministro Bertie Ahern.
El actual arzobispo de Dublín, el cardenal Connell, de 77 años de edad, continuará en la guía de la archidiócesis hasta que la sede episcopal quede vacante. Monseñor Martin debería sustituir al purpurado cuando el Papa acepte su renuncia, pues el nombramiento como arzobispo coadjutor –dado a conocer el pasado 3 de mayo– implica la sucesión (Cf. Zenit, 4 de mayo).
En esta entrevista concedida al portal www.korazym.org, el prelado, de 58 años, constata la oportunidad que se le brinda de sumergirse en la realidad de su país y revela los desafíos que tiene por delante la Iglesia en Irlanda.
–Este sábado vuelve a Irlanda, a Dublín, su ciudad, después de haber pasado treinta años fuera, al servicio de la Iglesia universal. ¿Cómo se siente con el regreso a su diócesis?
–Monseñor Diarmuid Martin: Creo que nadie como yo se habrá quedado tan sorprendido cuando me llamaron para desempeñar este servicio en la diócesis de Dublín. Ciertamente vi mi nombre en los periódicos, pero prácticamente no podía creer que me hubieran nombrado precisamente a mí, tras haber vivido durante tanto tiempo lejos de mi país, Irlanda. Así que vuelvo a mi país para redescubrir Irlanda.
Cuando vine a Roma hace treinta años para profundizar en los estudios teológicos, no había línea telefónica directa con Dublín. Hoy existe Internet; puedo leer los titulares de los periódicos irlandeses más importantes desde mi casa, pero con el tiempo también he perdido contacto con la realidad de la vida irlandesa y de la Iglesia en Dublín. Dejé la capital tras pasar siete años en el seminario, así que recuerdo la vida y la sociedad irlandesa de la época de mi adolescencia. Dejé el país en los años sesenta. Desde entonces, ha habido numerosos e importantes cambios en la cultura irlandesa que ahora tendré que ir conociendo de nuevo. Dejé una Irlanda extremadamente pobre, con una elevada tasa de desempleo y un alto factor de inmigración. Hoy el país vive en cambio en una situación de mayor prosperidad; es una Irlanda mejor en la que la pobreza ha disminuido.
–En los últimos cincuenta años ha habido acontecimientos que han marcado el paso en la Iglesia católica en Irlanda, por ejemplo el Concilio Vaticano II, la encíclica «Humanae Vitae» de Pablo VI, el crecimiento extraordinario del país –que ha llevado a algunos a definirlo como el Tigre Celta– o los escándalos sufridos por la Iglesia en Irlanda. ¿Cuál es la situación actual?
–Monseñor Diarmuid Martin: Ciertamente uno de los mayores acontecimientos que ha transformado a la Irlanda del siglo XX ha sido la influencia del Concilio Vaticano II. Éste comenzó un vasto proceso de cambio que se ha desarrollado a través de una sociedad plural presente en Irlanda, un cambio que ha vivido la Iglesia misma. Considero que los efectos del Concilio Vaticano II han sido, tal vez, mayores en Irlanda que en otros países por que se refirieron no sólo a la Iglesia, sino también al papel de la Iglesia en la sociedad y por ello a la sociedad misma.
En muchas ocasiones he comentado que desde mi ingreso en el seminario en 1962 a mi salida seis años después la Iglesia había cambiado, y también Irlanda. Recuerdo que durante un encuentro el cardenal Roger Etchegaray [presidente emérito del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz] me dijo: «Lo que has dicho es cierto; estamos viviendo en un momento de fuerte cambio para la Iglesia».
Éste es uno de los ejemplos de lo que significa fidelidad. Fidelidad no significa estar encapsulados en algo del presente, sino estar abiertos a aceptar lo que es nuevo, permaneciendo fieles al mensaje de Jesús, también en los cambios que se sufren en el tiempo y la sociedad. Pienso que en el momento actual, una de las cosas más importantes para la Iglesia en general y para la Iglesia en Irlanda en particular, que ha sufrido y aún esta viviendo rápidas transformaciones, es analizar cómo se puede formar una comunidad que una a las personas en el mensaje de Cristo.
[Continuará en el servicio del domingo, 31 de agosto]