CIUDAD DEL VATICANO, 2 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recordó este domingo, día de los Fieles Difuntos, que «es un deber» cristiano rezar por las personas que han fallecido y elevó sus oraciones «en particular, por los más olvidados».
Con voz frágil y en ocasiones difícil de comprender, el Papa dirigió a mediodía la oración mariana del «Angelus» junto a miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, entre los que destacaban fieles italianos, canadienses, polacos y croatas.
«Es importante y es un deber rezar por los difuntos pues, aunque hayan muerto en la gracia y en la amistad de Dios, quizá tienen necesidad todavía de una última purificación para entrar en la gloria del Cielo», explicó el obispo de Roma
«Desde siempre la Iglesia ha exhortado a rezar por los difuntos –recordó–. Invita a los creyentes a no ver en el misterio de la muerte la última palabra de la suerte humana, sino más bien como el paso a la vida eterna».
«El sufragio por ellos se expresa de diferentes maneras, entre las que se encuentra la visita a los cementerios», siguió diciendo en un día primaveralmente soleado en pleno otoño.
«Detenerse en estos lugares sagrados constituye una ocasión propicia para reflexionar sobre el sentido de la vida terrena y para alimentar, al mismo tiempo, la esperanza en la eternidad bienaventurada del Paraíso», aseguró.
Al alentar la oración de los fieles, particularmente numerosos en ese domingo en el que en Roma y en Italia se mantiene muy extendida la visita a los cementerios, el Santo Padre pidió rezar «en particular, por los difuntos más olvidados».
Este sábado el Papa también pronunció una intervención al rezar el «Angelus» con los peregrinos, en la Solemnidad de Todos los Santos.
En este año, a causa de sus problemas de movilidad, no pudo descender a las grutas vaticanas, donde se encuentran enterrados numerosos papas, para rezar por ellos.
Sin embargo, reveló a los peregrinos que «yo también me dirijo espiritualmente en peregrinación a los cementerios de las diferentes partes del mundo, donde descansan los restos de quienes nos han precedido en el signo da la fe».
«En particular –confesó–, elevo mi oración de sufragio por aquellos de los que nadie se acuerda, así como por las muchas víctimas de la violencia».