CIUDAD DEL VATICANO, 25 de noviembre de 2003 (ZENIT.org).- En la tarde de este martes comenzará en Guatemala el II Congreso Americano Misionero (CAM 2), el gran encuentro eclesial que reunirá a unos 3.000 delegados de todos los países americanos, desde Alaska a Tierra del Fuego, comprometidos en el anuncio misionero dentro y fuera del continente.

Como enviado especial del Papa, se encuentra en Ciudad de Guatemala el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el cardenal Crescenzio Sepe, quien en esta entrevista concedida a Fides aborda el significado del congreso y la situación y desafíos de la misión en América y en el resto del mundo.

--¿Cómo está llamada la Iglesia en América a responder a los retos de la Iglesia misionera?

--Cardenal Crescenzio Sepe: Preferiría responder a su pregunta desde la actualidad del momento presente. Muchas veces hablamos de América como del «continente de la esperanza», y no podemos dudar que lo sea. Sin embargo, desde mi cargo de prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos constato que, ya ahora, la Iglesia en América está dando respuestas concretas y eficaces a las exigencias y a los retos de la evangelización, no solamente dentro de sus propias fronteras continentales, sino también más allá de ellas.

Poco a poco se va abriendo paso la idea de que la pobreza económica y de medios no da derecho a definirse como «Iglesias que deben solamente ser ayudadas». Desde la actividad pastoral concreta se confirma igualmente que entre misión «ad gentes» y «nueva evangelización» del Continente existe una íntima e indisoluble relación, pues «ésta halla su inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal».

Por otra parte, muchas Iglesias particulares perciben que, sin misión «ad gentes», se ven mermadas de su dimensión universal, constitutiva de su ser «católico». En este sentido, debo decir que cada vez es más aceptado, y en consecuencia vivido, el hecho que el sacerdote secular no ha sido exclusivamente ordenado para su Iglesia particular y que por lo tanto debe preocuparse también de la misión «ad gentes».

Dicho avance en la toma de conciencia de la propia responsabilidad misional no se manifiesta, sin embargo, de manera uniforme. En algunas partes, pienso en especial a algunas zonas del norte del continente y en otros sectores --Iglesias particulares que otrora manifestaron una generosa disponibilidad hacia las «misiones»--, se registra en la actualidad una disminución de dicha «tensión misional». El episcopado local, consciente de dicha problemática, se está preocupando por renovar la fe de sus comunidades para que sean capaces de asumir los desafíos del anuncio del Evangelio a todo el mundo.

--¿Cuál es, pues, la respuesta que la Iglesia en América ofrece a la misión «ad gentes»?

--Cardenal Crescenzio Sepe: Mediante los programas de cooperación misional, «Iglesias hermanas», algunas Iglesias particulares del continente que el Señor ha bendecido con mayor número de vocaciones ayudan solidariamente a otras diócesis o vicariatos apostólicos en América, más necesitados de personal apostólico. En estos últimos años se comprueba un esperanzador aumento del envío de sacerdotes (mediante la fórmula «fidei donum») y de fieles laicos a los «territorios de misión», que en el continente americano constituyen todavía unas 83 circunscripciones eclesiásticas. América está evangelizado a América.

El impulso evangelizador de la Iglesia en América se está sintiendo también, en manera creciente, en Asia, y sobre todo en el continente africano. En este sentido, la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, deseando apoyar dichas iniciativas, se ha comprometido a ayudar en la medida de sus posibilidades, a todas aquellas diócesis de América Latina que deseen enviar a algunos sacerdotes, debidamente preparados, a dichos «territorios de misión».

Asimismo, grande es la cooperación que desde hace años vienen ofreciendo al desarrollo de la conciencia misional los diferentes Institutos misioneros y Sociedades de vida apostólica. Entre ellos quiero destacar los que son específicamente «ad gentes», nacidos en América, cuyos miembros se encuentran presentes activamente en los cinco continentes. Otro interesante aspecto a destacar, es el nacimiento en algunas diócesis del norte, centro y sur del continente de diferentes seminarios diocesanos misioneros, expresión de una Iglesia particular que desea renovar su fe dándola a los demás, incluso «más allá de sus fronteras».

Entre dichos signos esperanzadores, cabe mencionar también la presencia, muy extendida en la geografía eclesial del continente americano, de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades, que dan a la Iglesia una viveza que es don de Dios y constituyen una auténtica primavera del Espíritu. En algunos de estos nuevos carismas se constata un radical y generoso servicio al anuncio del Evangelio y a la misión «ad gentes». En ellos la Iglesia encuentra también una adecuada respuesta pastoral al desafío de las sectas en no pocas partes de América.

--¿Cuáles son los retos misioneros que la Iglesia encuentra en los otros continentes?

--Cardenal Crescenzio Sepe: Si miramos rápidamente la situación de la población en Asia, África, Oceanía y también en Europa en relación a la fe cristiana, no podemos dudar en afirmar junto con el Santo Padre que la misión «se halla todavía en sus comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en sus servicio».

El continente asiático merece una mirada especial. En Asia viven más de 3.750 millones de personas, el 60% de la población mundial. Pero los católicos son apenas un escaso 3%, la mitad de ellos concentrados en un sólo país, Filipinas. Asia, cuna de las grandes religiones tradicionales, es también el continente en el cual se concentran los mayores obstáculos para la actividad misionera de la Iglesia, ya sea por razones ideológicas como por razones religioso-culturales.

Otro continente necesitado en gran medida de la primera evangelización es África. La evangelización, con excepción de algunos países, ha avanzado gracias a una relativa libertad con un buen ritmo. Sobre una población de 861 millones de habitantes, los católicos alcanzan el 17%. En varias regiones africanas hay apertura e incluso una demanda explícita del Evangelio, pero lamentablemente faltan misioneros que les anuncien a Jesucristo.

Entre los 30 millones de habitantes de Oceanía, los católicos son 7 millones y medio (el 12,5 %). Los no cristianos son todavía unos 9 millones.

El continente europeo, que goza de una plurisecular tradición de valores cristianos, está sufriendo una crisis secularizadora que amenaza gran parte de esos valores adquiridos, hasta el punto de que hoy se dan nuevas situaciones misioneras que necesitan de una primera evangelización, además de algunos territorios todavía no suficientemente evangelizados.

--Para terminar la entrevista, ¿desearía añadir algo más?

--Cardenal Crescenzio Sepe: Sí, permítame recordar cuál es el centro de toda actividad misionera: el anuncio de Jesucristo, único Salvador y Redentor del mundo, el conocimiento y la experiencia de su amor. Jesús de Nazaret constituye el núcleo del mensaje evangélico, del cual la Iglesia no puede sustraerse porque privaría a los hombres de la Buena nueva de la salvación. El II Congreso Americano Misionero manifiesta la solicitud de la Iglesia en América por llevar dicho anuncio a todos los pueblos de la tierra. Es una expresión concreta de que la «vida de la Iglesia en América» es y desea ser una vida vivida para la misión del Redentor, «hasta los últimos confines de la tierra».

[La primera parte de esta entre vista se puede leer en Zenit, 24 de noviembre de 2003].