SARAVENA, 5 noviembre 2003 (ZENIT.org).- El martes pasado en Saravena –en la conflictiva región colombiana de Arauca–, fueron asesinados por unos desconocidos un sacerdote católico, Saulo Carreño, y una funcionaria del hospital de esa localidad, Maritza Linares.
Los dos murieron en el acto al ser alcanzados por los disparos de uno de los dos ocupantes de una motocicleta en el momento en que el sacerdote –de 41 años, párroco de la iglesia de Cristo Rey de Saravena– conducía su automóvil por una vía cercana al hospital «Sarare» en compañía de la funcionaria.
Confirmó la noticia el comandante de la policía del Departamento de Arauca, coronel Luis Alcides Morales, quien acusó del asesinato a «grupos al margen de la ley» –sin ofrecer más detalles– y ofreció, en nombre del gobierno colombiano, una recompensa de 10.000 dólares a quien aporte datos orientados a la identificación y detención de los autores del crimen.
De acuerdo con el coronel Morales, no se tiene conocimiento de que el sacerdote estuviera amenazado. «Este hecho es una gran tristeza; los terroristas están atacando a todos los que colaboran con las comunidades, con el Estado», subrayó.
Igualmente comentó que el sacerdote, párroco en Saravena desde hacía tres años, colaboraba «mucho con actividades para el bien de la comunidad» y que «la Fuerza Pública tenía buena relación con él».
El obispo de Arauca, Carlos Germán Mesa, lamentó el asesinato de Carreño, clamó por el fin de la violencia y pidió a los grupos armados ilegales excluir a la población civil del conflicto.
Saravena es uno de los municipios más conflictivos de departamento de Arauca –en la frontera con Venezuela–, uno de los más violentos de Colombia en un conflicto de casi cuatro décadas que azota al país de 40 millones de habitantes y que ha causado 40.000 muertos en los últimos dos lustros.
En la próspera región petrolera y ganadera de Arauca operan frentes de las guerrilleras «Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia» (FARC) y «Ejército de Liberación Nacional» (ELN), así como facciones de las paramilitares «Autodefensas Unidas de Colombia» (AUC).
Desde principios de año, el departamento de Arauca ha sido escenario de una escalada de violencia marcada por atentados con bombas, ataques a las centrales eléctricas y homicidios selectivos.
El presidente de Colombia, Álvaro Uribe, en un esfuerzo por poner fin a la violencia y lograr control sobre la zona, declaró tres municipios de Arauca, incluido Saravena, como zona de guerra, y envió una gran cantidad de tropas para neutralizar los frecuentes ataques rebeldes.
Dada la importancia estratégica de esta zona petrolífera, desde el 18 de enero se encuentran en la región setenta expertos estadounidenses encargados de adiestrar al ejército regular colombiano en técnicas «antiguerrilla».
Al menos 57 religiosos católicos, entre obispos, sacerdotes, misioneros y seminaristas, han sido asesinados en Colombia en los últimos 10 años en ataques atribuidos a la guerrilla.
Entre los crímenes que han sacudido al pueblo colombiano está el del arzobispo de Cali, Isaías Duarte Cancino, asesinado por presuntos rebeldes de las FARC en marzo del 2002.
El mismo grupo rebelde secuestró hace un año al obispo de Zipaquirá y entonces presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal, liberado poco después por el ejército.