CIUDAD DEL VATICANO, 6 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha pedido a Europa que no se olvide de sus mártires cristianos si no quiere convertirse en un mero edificio económico o financiero sin raíces espirituales.

El Santo Padre hace esta petición en un mensaje dirigido a las Academias Pontificias reunidas este jueves en el Vaticano con motivo de su octava sesión pública dedicada a «Los Mártires y sus memorias monumentales, piedras vivas en la construcción de Europa».

Estas Academias, cuya labor es coordinada por el Consejo Pontificio para la Cultura, presidido por el cardenal francés Paul Poupard, tienen por objetivo profundizar en argumentos fundamentales del saber humano (teológico, filosófico y científico) y asesorar al Papa.

«Europa hoy está viviendo un cambio de época» reconoce el pontífice en el texto que les dirige, por lo que pide «descubrir el lazo profundo entre la historia de ayer y la de hoy».

Se trata del lazo que une, aclara, «el testimonio evangélico ofrecido valientemente en los primeros siglos de la era cristiana por tantos hombres y mujeres y el testimonio que también en nuestros días muchos creyentes siguen ofreciendo al mundo para reafirmar la primacía del Evangelio de Cristo y de la caridad».

Si bien en Europa ya no se da la persecución religiosa, reconoce, «sin embargo, los cristianos deben afrontar con frecuencia formas de hostilidad más o menos evidentes y esto les compromete a ofrecer un testimonio claro y valiente».

A continuación, el mensaje recogido por «Radio Vaticano», profundiza en la contribución que los cristianos de hoy están llamados a ofrecer a la nueva Europa.

«Junto a todos los hombres de buena voluntad --confirma el Papa-- los cristianos están llamados a construir una auténtica casa común, que no sólo sea un edificio económico-finaciero».

«Una casa enriquecida por el recuerdo de los valores espirituales, que han encontrado y encuentran en la cruz un elocuente símbolo que los resume y los expresa», subraya.

«El continente europeo está viviendo un momento de desorientación; incluso las Iglesias europeas experimentan la tentación del ofuscamiento de la esperanza», reconoce el obispo de Roma.

En particular, preocupa «la progresiva pérdida de la herencia cristiana, que lleva a la cultura europea a deslizarse en una especie de apostasía silenciosa en la que el hombre vive como si no existiera».

Como demuestran los mártires, explica el Papa, «la obediencia a la ley evangélica genera una vida moral y una convivencia social que honran y promueven la dignidad de toda persona».

«A nosotros --propone-- nos corresponde recoger este patrimonio único y excepcional, como hicieron las primeras generaciones cristianas que construyeron sobre las tumbas de los mártires basílicas monumentales y lugares de peregrinación para recordar a todos su sacrificio supremo»

Los cristianos de hoy, concluye Juan Pablo II en el mensaje, «no deben olvidar las raíces de su experiencia de fe y de su compromiso civil».