CIUDAD DEL VATICANO, 10 noviembre 2003 (ZENIT.org).- La fe y la Iglesia tienen necesidad de la contribución de la ciencia y la ciencia tiene necesidad e la contribución de la fe y de la Iglesia, constató este lunes Juan Pablo II a recordar el cuarto centenario de la Academia Pontificia de las Ciencias.
Al encontrarse en el Vaticano con los miembros de esta institución, la más antigua de la historia en su género y la única de carácter supranacional, así como con otros científicos de renombre mundial, el Papa hizo un balance de las relaciones entre la fe y la Iglesia en sus veinticinco años de pontificado.
El pontífice en el discurso que entregó en inglés a los científicos, explicó que desde que fue elegido sucesor de Pedro ha participado en las asambleas de la Academia Pontificia para las Ciencias, que le han dado la oportunidad de manifestar su «gran estima» por los científicos y compartir sus «preocupaciones» y «sugerencias».
«Al alentar vuestro trabajo –dijo el Papa a los presentes, entre los que se encontraban varios Premios Nobel–, he subrayado la dimensión espiritual que siempre está presente en la búsqueda de la verdad».
«He afirmado asimismo que la investigación científica debe orientarse hacia el bien común de la sociedad y al desarrollo integral de cada uno de sus miembros», añadió.
«Nos une el deseo común de corregir malentendidos y, más aún, de dejarnos iluminar por la única Verdad que gobierna el mundo y guía las vidas de todos los hombres y mujeres», dijo el Papa a cuyo pontificado se debe la rehabilitación de Galileo Galilei, uno de los primeros miembros de esa Academia.
«Cada vez estoy más convencido de que la verdad científica, que es en sí misma una participación en la Verdad divina, puede ayudar a la filosofía y a la teología a comprender de una más plena la persona humana y la Revelación de Dios sobre el hombre, revelación que es completada y perfeccionada en Jesucristo», aseguró.
«Por este importante enriquecimiento mutuo en la búsqueda de la verdad y del beneficio del género humano, junto a toda la Iglesia, os estoy profundamente agradecido».
La Academia Pontificia de las Ciencias, cuyo nombre original era Academia de los (en alusión a la vista de este animal felino a la que se comparaba la agudeza del científico), nació en 1603 por iniciativa de Federico Cesi con el apoyo del Papa Clemente VIII.
Está compuesta por ochenta «académicos pontificios» nombrados por el Papa a propuesta del Cuerpo Académico, sin discriminación de ningún tipo.
Actualmente es la única Academia de las Ciencias con carácter supranacional existente en el mundo.
Tiene como fin honrar la ciencia pura dondequiera que se encuentre, asegurar su libertad y favorecer las investigaciones, que constituyen la base indispensable para el progreso de las ciencias.
La Academia se encuentra bajo la dependencia del Santo Padre. Su presidente, elegido por cuatro años, es desde 1993 Nicola Cabibbo, profesor de Física en la Universidad La Sapienza de Roma, y ex presidente del Instituto Nacional Italiano de Física Nuclear. El director de la Cancillería es el obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo.
Más información en la página web de la Academia Pontificia de las Ciencias.