Según el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, amar a los enemigos «es el gran tesoro que no tenemos que dejar que nos arrebaten de nuestras conciencias y de nuestros corazones, ni siquiera los terroristas asesinos».
El purpurado dirigió su homilía a las víctimas, a los soldados heridos en el mismo atentado, a las autoridades del Estado y a las miles de personas que llenaban la basílica de San Pablo Extramuros. Los principales canales de televisión y las cadenas de radio siguieron en directo la celebración eucarística.
En referencia a los terroristas que cometieron el atentado, el cardenal añadió: «No huiremos, nos enfrentaremos a ellos con todo el valor y toda la energía y la determinación de que somos capaces».
«Pero no les odiaremos –aclaró–, es más, no nos cansaremos de tratar de darles a entender que todo el compromiso de Italia, incluida su participación militar, está orientado a salvaguardar y promover una convivencia humana, en la que haya espacio y dignidad para todo pueblo, cultura y religión».
«Estos primeros años del nuevo siglo y del nuevo milenio parecen ser particularmente duros, crueles y atormentados –reconoció por último–. Demasiadas poblaciones inermes son golpeadas, el último caso es el de los judíos de las sinagogas de Estambul».
«Precisamente en esta circunstancia –afirmó–, pedimos a Dios que, con humilde confianza, refuerce en nuestro espíritu la convicción y la certeza de que el bien es más fuerte que el mal y de que incluso en nuestro mundo, marcado por el pecado, es posible construir con su ayuda condiciones de libertad, de justicia y de paz».