El Papa presenta la paradoja cristiana: Cristo redime humillándose en la cruz

Al comentar el Cántico de la Carta de san Pablo a los Filipenses

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CIUDAD DEL VATICANO, 19 noviembre 2003 (ZENIT.org).- La paradoja central del cristianismo, Dios hecho hombre en Cristo y crucificado por amor, se convirtió en el tema central de la meditación de Juan Pablo II en la audiencia general de este miércoles.

El Papa dedicó su encuentro con varios miles de peregrinos, congregados en el Aula Pablo VI del Vaticano, a comentar el Cántico que presenta la Carta de san Pablo a los Filipenses (2, 6-11), «Cristo, siervo de Dios».

El Cántico recuerda que «Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo». «Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»».

«El «despojo» de su gloria divina, que le lleva hasta la muerte en la cruz, el suplicio de los esclavos», añadió el Santo Padre, hizo «de él el último de los hombres, auténtico hermano de la humanidad sufriente, pecadora y repudiada».

Pero, con su muerte en la cruz, explicaba el apóstol Pablo en su Carta dirigida a los cristianos de Filipos, ciudad griega que se convirtió en la primera etapa de su anuncio misionero en Europa, «Cristo es restablecido por el Padre en el esplendor de la divinidad».

De este modo, añadió el obispo de Roma, «el Hijo de Dios ha superado la infinita distancia que separa al Creador de la criatura».

Recordando un comentario del obispo de Milán, san Ambrosio (en torno al 340-397), Juan Pablo II ilustró, por último, las consecuencias de la paradoja cristiana: «Dios descendió y elevó al hombre; el Verbo se hizo carne para que la carne pudiera reivindicar para sí el trono del Verbo a la diestra de Dios».

La catequesis de este miércoles continuó con la serie de meditaciones sobre la Liturgia de las Vísperas, la oración que millones de consagrados y laicos rezan al anochecer, comenzada el mes pasado (Cf. En la web de Zenit, «Audiencia del miércoles»).

Antes de despedirse de los peregrinos, el Papa se dirigió en particular a los jóvenes para decirles: «Poned a Jesús en el centro de vuestra vida y recibiréis de Él luz para toda decisión». A los enfermos les recomendó: «fiaros de Cristo y comprenderéis el valor redentor del sufrimiento vivido con El».

En el aula de las audiencias había también parejas de recién casados, algunos de ellos vestidos con su traje de novios, a quienes les aconsejó poner «al Señor en el corazón de vuestra familia para participar en la construcción de su Reino de justicia, de amor y de paz».

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ZENIT Staff

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